Leyendo el extraordinario nuevo libro de ensayos de Alan Pauls llego al escrito que se refiere a Arturo Carrera, el insigne poeta de Coronel Pringles. Eso disparó un recuerdo que estaba dormido en mi, por incomprensible, kafkiano y hasta doloroso.
Creo que fue en 2008 que viajé un fin de semana a Pringles por uno de los tantos eventos que realizaba Carrera en su pueblo natal. Coincidí con toda la elite: aparte de Arturo estaba Alan, Vivi Tellas, Pola Oloixarac, Daniel Link, María Moreno y mucha gente más que seguro estoy olvidando.
La cuestión es que se daban charlas y lecturas presenciales que a su vez eran filmadas por dos chicas. Una de las chicas estaba con su novio que curiosamente era el actor y director Martín Piroyansky. La otra chica era muy linda y estaba sola.
El ultimo día del evento, antes de irme, la oportunidad se me presentó: la chica linda se quedó sola en un salón y me acerqué a conversar con ella. Había buena onda, era de Buenos Aires (ni siquiera recuerdo su nombre) y le pedí un teléfono para comunicarme y poder verla en CABA cuando ambos volviéramos allá. No me dio un teléfono, me dio un email.
Ok, ya de regreso, intercambié un par de mails con esta chica y lo que primero era un si se transformó misteriosamente en un no.
Quedé malherido e intrigado.
Un tiempo después recibí un aviso de otro evento cultural organizado por Carrera, que se hacía en el Centro Cultural Rojas.
Fui con la romántica esperanza de encontrar a la chica linda y así fue: estaba filmando este nuevo evento.
Me le presenté y le pregunté que le había pasado, tenía curiosidad y quería salir con ella.
La chica amagó a ponerse a llorar y salió corriendo para el baño. Atrás de ella fueron Carrera y Piroyansky.
Me retiré totalmente derrotado y más intrigado que antes.
Nunca más me invitaron a ese tipo de eventos y nunca supe que pasó con esa chica.
Se ve que tengo alma de pato criollo: a cada paso una cagada.
Pero sigo sin saber a ciencia cierta que pasó.