No conozco mucho de la carrera de Bowie, se puede decir que lo estoy descubriendo ahora.
Este año se están cumpliendo 50 años de la edición de su disco sobre Ziggy Stardust.
Allí el inglés marcó punta universal con la historia de este alienígena bisexual que bajaba a la Tierra.
Fue vanguardia en cuanto a la música y al género. Pero hay algo más.
Ya unos años antes (en 1969) y con Space Oddity el genio viaja al espacio exterior y se pierde para siempre. Esa canción en particular (Space Oddity) se anticipa al alunizaje y describe bellamente el viaje sin boleto de regreso de un astronauta.
Hay allí y luego también, la fusión del ser con el todo, con el espacio exterior, el Universo.
Algo que aparece en Osho, en Buda y en todos los que vienen de la India: el yo no existe, es una apariencia y en la iluminación desaparece para volver con Dios.
Luego Bowie se convertiría en el camaleón: cambiaría siempre de personaje, de vestuario, de estilo musical y de preferencia sexual.
Nunca ser alguien fijo, siempre mutar.
De eso aprendieron todos: Spinetta, Charly, Cerati, Coleman, etc.
Nunca ser un yo, un ego consolidado.
