martes, marzo 17, 2020

SURF, ANARQUÍA Y ESPIRITUALIDAD





No tenía pensado volver a escribir en este blog, pero el aburrimiento causado por la cuarentena mundial y la vuelta a ver Point Break, me dieron ganas.
Esta notable película de la directora Kathryn Bigelow, de 1991, tiene una complejidad que excede esta nota.
Es fascinante el duelo actoral entre el malogrado Patrick Swayze y el inmenso Keanu Reeves.
Reeves interpreta a un joven agente del FBI que se infiltra en un grupo de surfers que también son asaltantes de Banco.
A los surfers los lidera el carismático Bodhi, interpretado por Swayze.
Se dice al principio de la película que Bodhi, es el Bodhisatwa.
Epa: no es un dato menor.
En la mitología budista, el Bodhisatwa es un ser muy festejado y querido.
Está un paso detrás del Buda, pero ahí nomás.
Es quién está a un paso de la Iluminación, pero prefiere quedarse un rato más por acá para ayudar a iluminarse a todos.
La fascinación entre el delincuente y el policía es instantánea y mutua.
Se hacen amigos, son maestro y alumno, el maestro le cede la mujer al alumno y la relación entre ellos es bastante homoerótica.
Es una especie de historia zen pero en la California ochentosa.
También ese punto de quiebre del título del film se da cuando el policía se identifica con los delincuentes, comparte su pasión, su experiencia espiritual que es surfear y también el paracaidismo.
Bodhi dirige una banda de delincuentes anarquistas con aspiraciones místicas, pero también violentos y adrenalínicos.
En ese sentido la historia en algún punto los festeja y en otros los condena.
Llega a ese punto de quiebre en donde necesita que los delincuentes sean amorales.
Pero el final es antológico: una vez que el polícía atrapa al ladrón, decide dejarlo ir.
Sabe que morirá surfeando la ola más alta de su vida.
El Bodhisatwa ha decidido partir a la eternidad: la gota vuelve al mar.
Nunca tan clara esta metáfora.
Y el policía tira la placa: el ha sido transformado por su maestro.