La analogía es de Alejandro Jodorowsky: domar el ego.
En la India hace miles de años ya existía una palabra para eso: Dhyan, luego en China pasó a llamarse Chan y en Japón Zen.
El significado sería no mente.
Lo que en Occidente confusamente se conoce como meditación.
Volviendo a la definición de Jodorowsky, domar un caballo salvaje es un arte.
El caballo, la mente o ego cree que es el amo pero en realidad es el esclavo.
Hay que enseñárselo con sutileza, con maña, no con fuerza.
Tampoco violentamente poner mente contra mente porque sino enloqueceríamos del todo.
El amo es el alma, el espíritu, lo que Osho llama la conciencia.
Y el plan es simple: parar, relajar, sentarse, cerrar los ojos.
Lo más simple del mundo pero nada fácil.
Fácil de decir, difícil de hacer.
Cuando finalmente domamos el caballo, pasa a obedecernos, a sernos útil y no al revés, en donde la carreta va delante del potro.
Lo dicho: un arte, el auténtico arte de vivir.
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