domingo, febrero 24, 2008

EL DIA QUE LISANDRO TOCO EN SUAREZ

Coronel Suarez no se caracteriza por ser precisamente melómana.Con ningún género ni artista.
Todavía queda fresco el recuerdo de cuando estuvo Diego Torres en su momento de gloria y vendió 20 entradas.
Por eso es doblemente llamativo que haya pasado por aquí la nueva luminaria indie: Lisandro Aristimuño.
A continuación una crónica del hecho narrada por un amigo y testigo del evento.

Entre el folk sureño –por no abreviar folclore– y la electrónica coetánea, lo nuevo de Lisandro Aristimuño (hay que emocionarse porque pasó por Suárez, sí, allá por el noventa y siete pasó por Suárez), sí; probaron sonido de tarde, en esa época el café era canto-bar, sí, Carli Aristide era uno: arreglos, guitarra, y voz; Lisandro era el otro: guitarra y voz; sí, yo estuve en la prueba, pasaba sin querer y escuche y entré a escuchar mejor, sonaban de puta madre y la voz de Aristimuño fundó nostalgia en los ojos pardos de la camarera, nos miramos, primero en la bandeja que se extendía vacía sobre su mano derecha, después a los ojos: “Tiene una voz re rara ¿no?”, me propuso frunciendo el ceño, “Sí”, le respondí, “Canta increíblemente bien”; ella sonrió. A la noche volví para verlos, tocaron de todo y cerraron más íntimos, cuando el grupo que gritaba golpeando los jarrones ya se había ido, lo último fue Pink Floyd, busqué a la camarera con la vista pero no la vi, después alguien me informó que sólo venía de tarde, me acerqué a Lisandro cuando guardaban todo, cuando ya la mayoría dando vueltas en la noche y sólo cuatro o cinco, hablamos de música y de libros, tomamos una cerveza, me dijo que venían del sur, recorriendo el país, que estaba componiendo algunos temas, que tenía que irse con Aristide y con aquellas dos minas de allá, nos cagamos de risa, Aristide saludó de lejos, cordial, las mujeres ni siquiera me miraron, también se fueron a la noche, “hacen bien”, me dije; se fueron de la ciudad con el alba, habían descansado un poco, aunque sea, volvían a Buenos Aires, había mucho por hacer, Lisandro Aristimuño tenía que terminar de componer Azules Turquesas para el 2004, Ese asunto de la ventana para el 2005), lo nuevo se llama 39º, un disco tan caleidoscópico con sus predecesores, folclórico, experimental, electrónico, minimalista, plagado de pequeñas cosas, de transmutaciones infinitas que en el siglo nueve argüirían con el rótulo Milagros de la alquimia. Nada que agregar, en my.space.com se pueden escuchar algunos temas: La música esta ahí, en todas partes, sólo hace falta correr a por ella, como dicen; dejarse flotar.


Diego Parisi.


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