Me encuentro por ahí con dos chicas de 20, una de ellas, Nieves, está leyendo mi libro. Me señala con entusiasmo y dedicación todos mis errores. Con una lucidez y un ojo clínico que no han tenido escritores y críticos pone el dedo justo ahí, donde me duele.
Me divierto entre ofendido e intimidado: recuerdo cuando yo tenía esos 20 y era igual: uno tiene una energía sobrenatural que le permite deconstruir el mundo todo, pero no construirlo. Uno tiene la osadía de decir todas las verdades porque no sabe medir lo que cuesta lograr algo. Es como el marxismo. Un estado en la mente.
Con los años, uno lentamente comienza a construir y se vuelve menos crítico. Es gracioso, nunca estamos completos.
Me defiendo como puedo de esta chica y de última siempre queda decir: me salió así... soy impresionista.
Si fuera así...
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Si las gotas cayeran hacia arriba
hasta anegar el cielo
Si este otoño inesperado
no estuviera tan fuera de lugar
Si esta lluvia invertida
no lavara...
Hace 1 año.
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