jueves, octubre 28, 2010

Un gran modo de ganarse la vida



Escritor, periodista, editor y amigo de la casa, el bahiense Ignacio Molina está llamando la atención de la crítica especializada con su primera novela “Los modos de ganarse la vida”. Estuvimos con él en Buenos Aires, su ciudad desde que es adolescente.



Cerveza de por medio, en un bar de Palermo, entrevisté a Ignacio, otra de las tantas sorpresas agradables que nos da la vida virtual. Su prosa límpida pero a la vez aguda, sorprende siempre desde su blog: unidadfuncional.blogspot.com, desde sus libros, sus publicaciones periodísticas o cualquier comentario en Facebook o Twitter.” La novela la escribí entre 2007, 2008 y habla de algo que sucede en 2004 más o menos.
Tengo un libro de cuentos que se llama “Los Estantes Vacíos”, que saqué en 2006 y un libro de poemas que salió el año pasado. También tengo un librito que es como un ensayo que se llama “Tribus Urbanas” que también sacó el año pasado Editorial Kier, ese fue a pedido, es el menos personal, es más periodístico y lo siento también ajeno”.


Cada párrafo, una idea:



Los detalles, los párrafos llenos de ideas como pequeños cuentos. Le comento lo que me sorprendió justamente de su novela, la que leí ávidamente en dos días, con la primavera porteña de fondo. “Eso lo trabajé conscientemente, generalmente con esta novela y con los cuentos y los textos no es que pienso una idea general y la desarrollo, digamos: este va a ser el desarrollo, si no que me siento a escribir pequeñas cosas, pequeñas situaciones, diálogos, cosas que pasan y el conjunto, el ensamble de esas situaciones va formando la historia general, que en algún momento ya la vislumbro más claramente y termino haciendo la historia final. Pero yo creo que siempre me siento y me salen esas pequeñas, no como llamarlas, situaciones tal vez, viste que la novela está estructurada en mini capítulos, de la A a la Z la primera parte y tercera parte. En la segunda parte no está letrada así pero también son fragmentos. Y trato de alguna manera de que cada fragmento tenga su interés, no que se puede leer independientemente, no que llegue a una conclusión, pero si que se pueda leer de una manera ese fragmento, que cierre no quiere decir que tenga un desenlace pero si que sea entretenido e interesante de leer. En toda la novela está esa cosa fragmentada, esa vuelta de tuerca en cada parte, vos decías en cada párrafo. Ojalá sea así. Yo no serviría para idear primero un argumento y después ponerme a escribirlo”.

¿Con qué género te sentís más cómodo?


Con los dos, no diferencio mucho entre escribir un cuento y una novela. Mis cuentos son como novelas en miniatura. También escribo sin una idea fija y me salen relatos con finales muy abiertos. Lo único diferente fue que cuando escribí los cuentos tenía mucho más tiempo libre, entonces podía darme el lujo de escribir un cuento, terminarlo y esperar hasta que me surgiera otra cosa, otra sensación para escribir otro cuento. Lo bueno de ponerse a escribir una novela es que cuando uno se sienta siempre tiene algo para seguir. Siempre el texto tiene un hilo del cual tirar para seguir trabajando, no hay que ponerse a pensar desde cero. Ahora estoy escribiendo otra novela, y me parece que para aprovechar más el tiempo que tengo para escribir me conviene escribir una novela, pero me siento cómodo en ambos géneros.


¿Qué pensás de usar la primera persona como si no fuera ficción, de la autoficción?



Bueno, ojalá que no se confunda con esto. Yo no soy Luciano, el protagonista, si creo que el o los otros personajes deben tener cosas mías. Creo que es imposible escribir totalmente ajeno a las cosas que le pasan en la realidad, por más que uno no esté escribiendo de si mismo. Salvo que uno aborde el género fantástico, pero escribiendo en cierto tipo de realismo siempre algo de uno se cuela en los personajes. Pero bueno, que esté escrito en primera persona no quiere decir que sea yo el personaje. Digamos que podría estar en tercera persona perfectamente. No es un alter ego mío el personaje.



Personajes normales:



Otro tema no muy habitual en las novelas argentinas (lo que no habla bien de ellas) es que sus protagonistas vayan a los lugares por los que circulan tanto veinteañeros y treintañeros: bares, rotiserias, pizzerías. Y que coman lo que comen todos. Y que pidan delivery. Detalles, detalles, diría ese ruso famoso, loco y genial. “Es muy interesante eso que decís porque yo creo que es llamativo, valga la redundancia, que eso llame la atención. Eso tendría que ser normal. Por ahí es tan común lo que se cuenta, tan cotidiano, que llama la atención y eso es algo que me sorprende. Como que los personajes en la literatura en general no se comportan así, cuando creo que esta es la forma más común de comportarse de las personas. O sea, en las novelas siempre pasan cosas trascendentes, siempre el autor está buscando que pase algo trascendente y yo creo que por ahí las cosas más trascendentes pasan cuando parece que no pasa nada, vos viste que en las novelas y en las películas nunca pasa que alguien llega a la casa, se saca los zapatos, mira tele y atiende un llamado y es equivocado. Siempre lo que pasa es algo importante, y que explícitamente tiene injerencia en la trama, acá por ahí hay cosas que parecen que no tienen injerencia en la trama pero que bueno, la trama también es eso, como la vida cotidiana. Muchos lectores me dicen que es muy melancólico, muy gris, el personaje, yo creo que la vida es melancólica, es gris, sin que pase nada fuera de lo ordinario, no hay ningún drama muy grande, nunca se menciona la palabra tristeza, melancolía ni amor o desengaño pero todas esas palabras están , de alguna manera y sobrevuelan todo.

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