domingo, agosto 08, 2010

JORGE LUIS ZEN


La Biblioteca Pública de Suárez tiene ese no se que. Encuentro libros que ni siquiera sospechaba que existieran. Por ejemplo: las Obras Completas de Borges en colaboración. Y dentro de ellas, un libro escrito hacia 1976 (¡que año!)con Alicia Jurado: "Que es el Budismo".
El libro, breve y conciso, mitólogico e insospechadamente lúcido, recorre diversos aspectos del Budismo en plan educativo y a la vez ensayístico. Más allá de que no siempre me interese el enfoque que le da el venerable anciano, hubo un capítulo en particular que me hizo clic. Me refiero a "El Gran Vehículo". No tengo ganas de ponerme ahora a explicar todo lo que significa, tampoco es tan complejo, pero bueno, lean algo de Budismo.
Lo que quiero transmitir es esa especie de flechazo, de satori recobrado, que me produjo la lectura de este capítulo, como cuando uno recuerda un pensamiento que es fundamental para su existencia y que, insólitamente, había olvidado.
Cito: " La meta del budismo primitivo, dirigido a unos pocos monjes, fue la aniquilación, la firme voluntad de no reencarnarse, al morir, en un cuerpo distinto; la del Mahayana es retardar ese proceso en un orbe soñado, alucinatorio, pero no siempre desagradable. El ideal del Buddha ha sido reemplazado por el del Bodhissattva, un hombre que se propone llegar a Buddha al cabo de innumerables encarnaciones". Y luego: " El Hinayana afirma que en el Nirvana desaparecerán la vista, el tacto, el olfato, el gusto y la audición y compara al elegido con una lámpara apagada. Nagarjuna declara que lo que no existe no puede desaparecer ni continuar. El Nirvana equivale a la concepción de que nada existe; el Samsara ya es el Nirvana y se identifica con el principio absoluto que hay detrás de las apariencias. El hombre que sabe que no es ha alcanzado el Nirvana; el vasto universo astronómico no es menos irreal que ese hombre. Quien se confunde con los otros y con todo lo otro ya ha logrado la meta".
Quien quiera oír que oiga.

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