Es sabido el respeto que me merecen las luminarias de nuestra literatura. Pero tengo un amigo pícaro, que desafía lo establecido. Por eso no me sorprende el hecho de que la gran Beatriz Sarlo no le haya contestado el siguiente mail:
Lic. Beatriz Sarlo: Soy un atento lector de su columna semanal en la revista de Clarín y sé de los descuidos a los que obliga la entrega de una nota con un plazo apremiante. Por eso no considero justo que una eminencia del campo intelectual argentino, como lo es usted, vea desdibujadas sus aptitudes literarias en razón de estos plazos y quede así expuesta a críticas malintencionadas.
Tomemos un ejemplo concreto y breve -entre tantos posibles- para comprender estos descuidos. El día 18-2-2007, en la nota titulada En el corazón de la selva peruana, usted escribió el siguiente párrafo:
"Después de la lluvia, una humedad viscosa se elevaba del suelo cubierto de un colchón de hojas descompuestas y tendía paños de vapor a la altura de nuestras cabezas. Más arriba, la vegetación era una caja musical de ruidos desconocidos, pájaros, monos, frutas que se caían de las ramas para estrellarse deshechas a nuestros pies. Se respiraba un aire espeso, con notas agrias o de una dulzura exagerada, como de atmósfera demasiado madura." Comentario: La sintaxis de la primera oración, hasta el primer punto, aunque no está tan mal, acompaña desacertadamente el recorrido de la humedad. Al nombrar al suelo antes que a las hojas, se queda el agua atascada sin la libertad aérea que usted pretende darle, y deja a la expresiva metáfora "colchón de hojas" en un sintagma muy indirecto. También es conveniente enderezar la expresión "tendía paños de vapor", que contiene dos palabras en sentido figurado, demasiado para la frase, lo que además debilita la precedente metáfora de las hojas; y queda aparatoso designar la altura por la de "nuestras cabezas", es una falsa precisión que le hace cometer, en la oración siguiente, la torpeza complementaria de "nuestros pies". Luego, al comparar la vegetación con una caja musical, usted incurrió en un claro error de gusto. Es muy forzado el roce que en la imaginación puedan tener una vegetación selvática y un adorno delicado. Aunque no es una corrección definitiva, yo le sugiero cambiar la caja musical por un concierto, que por lo menos sugiere los múltiples sonidos de los "pájaros, monos, frutas" que se aprietan en la cajita; o que no se aprietan, porque en una primera lectura rápida parece -por no repetir la preposición "de"- que pájaros, monos y frutas están afuera de la caja, en un error de puntuación. A la vez le dedica una subordinada desmedida a las "frutas" (que no son frutas, son frutos, no es una inversión de género, consulte ambas palabras en el diccionario; si no, la selva se convierte en una frutería) y deja huérfanos de modificadores a los pobres pájaros y monos. Hay que achicar la subordinada frutal, y realmente no le creo eso de que los frutos se cayeran de las ramas para estrellarse deshechos a los pies de ustedes y ninguno haya impactado en nadie. Y terminando el párrafo, en la oración final, es evidente, por los tanteos y la falta de precisión, que usted no se acuerda bien de esa selva; pero la enmienda excede la gramática, habría que pensar más antes de escribir, aunque las "notas agrias" -que se le escaparon de la caja musical- deben cambiarse por "gotas", continuando el tema de la humedad. Hechas unas primeras modificaciones, el párrafo podría quedar así:
"Después de la lluvia, desde un colchón de hojas descompuestas que cubría el suelo, se elevaba una humedad viscosa empañando el aire. Más arriba, la vegetación era un concierto de ruidos desconocidos, de pájaros y de monos, de frutos que caían a nuestro alrededor. Se respiraba un aire espeso, de gotas agrias o de una dulzura exagerada, como de atmósfera demasiado madura."
¿No está mejor? Entonces me ofrezco, señora Beatriz Sarlo, para revisar sus notas antes de ser publicadas, para que su estilo no sea indigno de su pensamiento. Por esta tarea usted puede pagarme, digamos, unos cien dólares por revisar cada una; pero también puede no pagarme nada, como usted prefiera. No tengo problemas económicos ni nada que hacer, así que ayudarla ya sería suficiente paga para mí. La literatura argentina no debería abandonarse a la improvisación, resignando el cuidado y el amor por el estilo que nos legara Borges. Y si usted, la Primera Dama de las Letras Argentinas, escribe con descuido, ¿qué puede esperarse del resto?
Con la esperanza de serle útil
Honorio Bustos Domecq
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 21 horas.
1 comentario:
Excelente!
me encanto la critica.
Beatriz tuvo que responder
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