Nos vamos acercando al final de un año extraordinario.
Un año extraordinario por lo bueno y lo malo, donde todo salió a la luz con inusitada potencia.
Uno comienza a hacer movimientos y todo se mueve.
Los amigos, la familia, los trabajos. La bondad y la perversidad.
Bienvenido sea el movimiento, que es sinónimo de haber vuelto a vivir.
Me queda como asignatura pendiente (al menos hasta hoy), el tema del amor, de enamorarme en serio, de perder la cabeza por amor.
El amor y el sexo deben ser sagrados aunque sea una sola vez en la vida, hacer el amor, vivir consciente del hermoso regalo que es el sexo.
No solo el amor universal al todo, también el amor hacia una mujer en este caso, un enamoramiento que valga la pena, por alguien que valga la pena.
Basta de situaciones deformes con minas famosas, que son cualquiera, salvo excepciones (que las hay, claro está, también) porque se perfectamente quien es quien.
Un amor de verdad es todo lo que pido: sea de la raza, la religión, la edad, la profesión y la clase social que sea.
Que me vuele la cabeza y que me detone este ego enorme que me mantiene atado a gente horrible.
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