En psicología hay algo que se llama profecía autocumplida, por ejemplo: yo pienso que la gente no me quiere, luego maltrato a toda la gente, luego la gente me maltrata a mí, entonces me quedo contento y digo: tenía razón.
Algo así le pasa al gobierno, entre otras cosas.
Ve conspiraciones por todos lados, pero no hace una buena, luego efectivamente aparecen las conspiraciones, porque todos tienen las bolas llenas y se juntan para zarandearte el barco.
Y si, el peronismo siempre está dispuesto a saltarte a la yugular, la Iglesia no te quiere y hay un Papa peronista.
Pero bueno, Macri podría aprovechar para ponerse al frente de la legalización del aborto, separar a la Iglesia del Estado y muchas cosas más.
Imponerse como un líder laico del Siglo XXI.
Pero es un tibio, quiere conformar a todos y no conforma a nadie.
Y encima tiene que soportar el abrazo de oso de impresentables como Michetti y Carrió.
Y mientras tanto, piensa que haciéndose amigo de Trump y Lagarde está inmunizado.
Si la gente de acá no te quiere, tarde o temprano Donald y Christine no te van a atender más el teléfono.
Los funcionarios del gobierno podrían haber aprovechado el 4 de Julio, en el festejo de la independencia yanqui, en la Embajada de Buenos Aires, para pedir que les regalen una edición bilingue de los cuentos de Edgar Allan Poe.
Sobre todo un cuento que tengo muy presente en estos días: La máscara de la muerte roja.
Leanlo, brutos, porque es lo que se viene.
La máscara de la muerte roja.
La tormenta perfecta.
Les vuelvo a avisar, de onda.
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