Recién volví a ver, a 6 años de su estreno, "La araña vampiro" segunda y última película hasta el momento de Gabriel Medina, quién en 2008 había sorprendido con su muy buen debut como guionista y director con "Los Paranoicos" y en 2012 ganó un par de premios en el BAFICI con esta obra maestra.
Que con los años ha mejorado como los buenos vinos, me parece, o tal vez yo en ese momento no estaba tan atento y maduro para apreciarla en toda su dimensión.
La película cuenta la historia de un pibe medio freak, gamer, medicado con Lamictal y Rivotril, que llega a una cabaña en la montaña con su padre, en plan íntimo. No hay casi comunicación entre padre e hijo. Está todo mal. Hay pocas palabras y muchos silencios que incomodan.
Parece que estamos ante otra típica película del nuevo cine argentino, pero no. Inesperadamente, al freak lo pica una araña horrenda y ahí comienza la aventura.
En el hospital le dicen que no es nada, pero el pibe se siente mal y comienza a buscar respuestas en los lugareños: la casera, una chica misteriosa; un hombre que le dice que lo picó la araña vampiro, una especie extraña que mata con su picadura y Ruiz, el tipo huraño y misterioso que lo puede conducir a la supuesta salvación.
Aquí el bicho de ciudad se ve obligado a salir a campo traviesa en compañía de Ruiz, para buscar que lo vuelva a picar otra araña vampiro y lo cure. Se establece una rara amistad viril entre el pibe y Ruiz, un alcohólico imprevisible, pero que tiene la sabiduría de la tierra profunda. El duelo actoral entre Martín Piroyansky y Jorge Sesán es fascinante.
Varias cosas para decir sobre esta historia de pocas palabras y muchas emociones: cruza de lo mejor del género de terror con el western, es también una especie de fábula zen hereje, rubricada ya desde el comienzo con la cita de Kerouac, sensei alcohólico y drogadicto si los hubo.
También, como en toda obra maestra, va en contra de su propio tiempo y costumbres, cuando el cine argentino contemporáneo sale al campo es para forrear a sus pobladores, para mostrarlos como lo salvaje, la barbarie. Acá los habitantes de la montaña son los que tienen la posta: los que le dicen la verdad al antihéroe y lo ayudan a salvarse. La medicina tradicional, la policía y el padre deben ser desobedecidos para que el antihéroe se salve y se transforme.
El antihéroe saldrá a lo desconocido, se curará y ya no será la misma persona.
Como al pasar, pero sin remarcar nada, se mencionará también a la minería explotadora que está dinamitando la montaña y destruyendo la naturaleza.
Pocas palabras, sin subrayados, hermosas imágenes y mucha acción, que hace avanzar el relato.
Pensaba también que "La araña vampiro" es como una anti "Zama".
Lo que me molestó de la película de Lucrecia Martel, por la que se mean los críticos de todo el mundo, es su mensaje profundamente nihilista, pesimista. El mundo de Zama es un mundo de mierda donde todo va de mal en peor. Es un despliegue prodigioso y sofisticado de aventuras que niegan la noción de aventura misma, una fabulosa recreación histórica para mostrar una visión pesimista del mundo y la sociedad, una superproducción internacional para decir que horrible es todo.
"La araña vampiro" en cambio, es una película chiquita, barata; en donde la gente del campo sale en ayuda del pibe de ciudad para despertarlo de su letargo y salvarle la vida.
Literal y metafóricamente hablando.
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