lunes, marzo 16, 2015

LA FELICIDAD DE SER UN FREAK



Es mucha la gente que me habló de Martin Piroyansky en los últimos tiempos y son muy graciosas tanto las anécdotas artísticas como las personales del chaval. Pero me resistía un poco a considerarlo un genio tal vez porque el triunfó ahí en donde yo fracasé: en ser un freak. Tan freak y tan popular.
Así que no fui con muchas expectativas a ver Voley, película que lo tiene como protagonista, guionista y director. Que pretencioso, me decía, está bien que protagonizó alguna obra maestra como La araña vampiro, pero cargarse todas las responsabilidades al hombro, que ego chabón...
Y tengo que decir que me reí a carcajadas durante toda la película como hacía años que no me reía. Porque eso es lo que transmite Voley: la felicidad de ser un freak, la felicidad del amor y el deseo, la alegría sin culpas del sexo, drogas y rock and pop.
Pero aparte cada detalle, cada idea visual, cada diálogo, cada plano es perfecto. Todo está en los detalles, en los maravillosos detalles.
No es como se dijo por ahí una película generacional, para nada: es una obra maestra atemporal, hecha para ser clásico hoy y siempre. Todo está en su lugar, no tiene un fotograma de más. El casting es perfecto pero ahí el tipo demuestra su talento descomunal, en lugar de ponerlo de sex symbol al Chino Darín y a la rubia perfecta, se pone el al frente junto con Violeta Urtizberea, ambos sexy freaks y geniales intérpretes.
Y para cerrar no cae en la boludez del final feliz. Esta joya se merecía terminar como termina. Con una sonrisa amarga y un llanto contenido a medias después de tanta felicidad.


No hay comentarios.: