miércoles, noviembre 23, 2011

DEJEN MORIR EN PAZ A CERATI


Hablando de Huanguelén, Lilian Clarke es nativa de esta cuna de artistas e incluso nació en el Hospital Municipal de Coronel Suárez, según me contó su hijo Gustavo Cerati, en una de las charlas que tuvimos cuando nos cruzábamos en la noche porteña.
La pobre señora es protagonista en estos días de muchas notas que aparecen en los medios nacionales, que tienen ese instinto canibal para cooptar a un personaje y hacerlo pasar rápidamente de lo sublime a lo patético.
Lilian vive para cuidar a su hijo y sueña con su recuperación, lo cual es entendible hasta cierto punto, hasta el punto donde la realidad dice basta, se terminó.
El otro día Charly Alberti lo dió a entender ambiguamente: dejen irse a Gustavo, déjenlo morir en paz. Es duro pero es así. De hecho, ya está muerto hace rato.
Es verdad que yo no soy ni familiar ni siquiera amigo, pero como fan número uno de Cerati, me da una terrible tristeza ver a su madre seguir creyendo que su hijo es un superhéroe, que se va a despertar y que va a volver a llenar River.
Y los medios le dan pantalla, la dejan hablar y delirar a gusto.
Es muy cruel esto que está pasando, no se lo merece Cerati ni como persona, ni como el genial artista que fue.
Fue mi gran héroe romántico y como no podía ser de otra manera tuvo una vida brillante, excesiva y un final trágico.
Cumplió su derrotero de Icaro tal cual lo previsto y fue castigado por los dioses.
Ya es leyenda.
Déjenlo irse en paz.

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