viernes, abril 30, 2010

EL NUMEN


Acabo de releer algunos cuentos de Bioy Casares que me marcaron y descubrí que el estilo no es tan bueno como pensaba. Ahora que me he vuelto melómano más exquisito hay expresiones que suenan desafinadas. Pienso en algo que escribió Piglia en el sentido que Bioy se hace el que conoce el habla de la gente de campo.
Estuve años tratando de refutar esa idea, de demostrar fehacientemente que manejaba como nadie el habla cotidiana e incluso era más grande que Borges. Ayer me di cuenta que la observación de Piglia es atinada. Hay algo en el estilo de Bioy que suena a nene bien que se cree que tiene calle pero en realidad es medio pelotudo.En cambio, sus tramas son perfectas. Ningún cuento de Borges tiene una idea matriz como la de "El perjurio de la nieve" o "La invención de Morel". Pero la musica de Borges, el murmullo arrullador no tiene precio y le da una cierta resonancia metafísica a sus ideas más bien simples.
Anoto como mejores comienzos de cuentos universales el del "El Aleph" y "El perjurio...". Incluso diría que se parecen bastante, dialogan como dos amigos que se leen todo y se hablan y se contestan.
Algo en mi es como Bioy, el niño bien que se las da de dandy, algo en mí es como Borges, el hombre perdido en una biblioteca, sin contacto con el mundo real.
Por suerte para nosotros, y para nuestra notable literatura, ellos fueron amigos y su intercambio enriqueció a ambos. Podrían haber sido perfectos enemigos. Pero no.
Eso nos salva eternamente.
Pero también me descubro en el resentimiento de Arlt, en la búsqueda de la verdad de Walsh, en el Hollywood sudaca de Puig, incluso en el delirio calculado de Aira.
No hay en mi una esencia, un alma, una causa primera. Es un constante juego de similitudes y cruces que se elevan al infinito.
Soy un privilegiado, un elegido, y no puedo permitirme fallar.

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