martes, abril 20, 2010

DECONSTRUYENDO A PABLITO


El otro día pasé por el edificio donde sé que vive Celeste Cid, aunque no conozco cual es su departamento. Me paré frente al portero eléctrico un minuto y lo pensé pero me dije, no, nunca más, ya no soy un pendejo. La idea estúpida de tocar todos los timbres hasta que aparezca Celeste me trajo muchos y muy bizarros recuerdos, de otros tiempos, de otras urgencias. Me fuí al "Aroma" de la esquina, me tomé un rico café, disfruté de ese ritual pasado, sonriendo maravillado ante mi propia madurez súbitamente alcanzada gracias a la terapia chamorresca.
También pensé en la pendeja que no me atiende el teléfono y me dije: bueno, se comporta como lo que es: una pendeja. Y todo ese fuego loco se fue apagando lentamente y ya es como un recuerdo para contarle a los nietitos.
Recién estuve con Chamorro y charlando este tema, aprobaba mi nueva actitud, de dejar simplemente actuar o no a la mujer. Si tenés mi teléfono te queda la opción de llamarme. Ya todo fue dicho y hecho por mí. Cualquier cosa avisame.
Y a medida que se desvanecen como un recuerdo las mujeres "anormales" aparecen las normales, aquí, allá y en todas partes: solteras, casadas, viudas, divorciadas, concubinas.
Y vuelvo a desear, que es algo que tenía como taponado desde hacía muchos años por no se que extrañas ansias de gloria farandulesca.
Cuando me abría la puerta del consultorio, para despedirme, Chamorro hizo su habitual jugada maestra de tirar el comentario más sabroso fuera de la sesión. Dijo simplemente: ahora la celebridad sos vos.

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