miércoles, enero 13, 2010

CHARLY, CELESTE Y YO



Esta nota que voy a escribir es la antítesis de otra que escribí hace varios años en “Nuevo Día”. Se puede pensar que soy incoherente o muy cambiante. Prefiero verlo como una evolución.
Durante muchos años tuve episodios extraños, en que mi conducta se alteraba, hacía cosas raras, nada del otro mundo, pero era claramente un derrape que sólo me perjudicaba, que no podía controlar. Busqué respuestas por todos lados: la new age, astrología, tarot, flores de Bach, psicología sistémica, psicoanálisis freudiano. Pero nada funcionaba.
Hasta que en 2000/2001 se me fue todo de las manos y casi termino boxeado por feroces patovicas. Ahí caí con la psiquiatría. El diagnóstico fue instantáneo: enfermo bipolar, en ese momento cualquiera era enfermo bipolar. Pero bueno, necesitaba respuestas. Necesitaba creer en algo. Tanto fue así que me dejé convencer casi instantáneamente que lo mío no era tan grave, pero iba a necesitar tomar medicación toda la vida.
Lo que siguió fue un clásico de hoy en día: abandonar la noche, engordar, hincharse, no tomar tanto alcohol ni café, hacer vida sana, ejercicio, estar inhibido mental y socialmente.
Vamos a llamar las cosas por su nombre: la siquiatría clásica te lava la cabeza, te deshumaniza, te deja hecho un idiota. Y tiene la estúpida pretensión de curar el cerebro como el resto de los médicos cura el resto del cuerpo. A tal síntoma, tal enfermedad, tal pastilla. Listo, fin del problema ¿Fin del problema? Para el siquiatra, no para el enfermo.
Después de varios años, empecé a sospechar que algo andaba mal, no era que no pensaba más lo mismo de antes, se presentaban los mismos síntomas, las mismas obsesiones, pero estaban maniatadas por una batería de drogas legales: olanzapina, litio, lamotrigina, clonazepam.
Empecé a sentir la necesidad de hablar esto con alguien. Es sabido que hay una pica entre psiquiatras y psicólogos, si bien lo ideal es que trabajen en conjunto, mi siquiatra desaconsejaba cualquier tipo de terapia psicológica.
Un día alguien me habló de Lacan, era complicado, pero tenía que ver con el lenguaje, con la palabra. Ahí creí ver una luz. Y acerté, por primera vez en mi vida acerté en algo.
No caí en cualquier lugar: caí con el mejor psicoanalista lacaniano. Me escuchó, me habló, me curó por medio de la palabra. Ya casi no tomo medicación. Estoy cerca del alta.
El psicoanalista trabaja duro, se agarra de tus palabras, analiza tu discurso para entender la falla y a partir de eso solucionarla. El psiquiatra te pone un rótulo una vez y ya nada lo hará cambiar de opinión. Te pueden llegar a arruinar la vida, claramente.
Por eso me creo con derecho de opinar sobre dos casos recientes que han sacudido la opinión pública, hablo de Charly Garcia y Celeste Cid.
Ambos casos son similares, si bien median entre ellos más de 30 años de diferencia. Hay adicciones al alcohol, a diferentes drogas. Bueno, en definitva todo es droga, alguna legal y otra ilegal, pero ese es otro tema.
Adicción viene de no poder decir, hay algo que no se puede poner en palabras, se internaliza y nos hace mal. Si a eso le sumamos años de tragar basura y palabras, ahí tenemos un problema al que luego la psiquiatría le pondrá algún rótulo marketinero.
De Charly se sabía que era un loco lindo, así que a nadie le extrañó que lo internaran, el caso de Celeste me parece más grave. Dijeron sucesivamente que era bipolar, que tenía alcorexia,, etc. Claro, en realidad cada caso es personal, nadie tiene una enfermedad igual a la otra, pero de ahí a tener varios diagnósticos ya estamos macaneando. Y allí fueron al rescate nuestros amigos los expertos. Ahora vemos a los dos otrora incontrolables freaks calmados, redondos, rozagantes. De Charly no me preocupa, ya es grande, ya tiene una vida hecha. Me preocupa ella porque tiene la vida por delante y es un problema que no trate con profesionales adecuados su rollo. Que no hable. Dudo mucho que le hayan puesto un terapeuta notable. Esta gente sólo le hace caso a su librito.
Permítanme ser agorero pero esto no termina aca. En algún momento van a reaccionar al darse cuenta que nada cambió demasiado. Y pueden reaccionar bien o mal. Recordemos que son personas que están expuestas a mucho mayores presiones que el común de los mortales.
Y también es cierto, aclaremos para emparejar un poco la cosa, que encontrar el psicólogo o psicoanalista adecuado es como encontrar una aguja en un pajar. Pero vale la pena intentarlo.
La medicación está bien cuando la angustia nos supera, pero tiene que tener fecha de vencimiento, no se pueden tapar los problemas empastillando a todo el mundo.
Y también lo digo porque sé que cada vez hay más casos en Suárez de gente joven que se raya, se enloquece de repente y enseguida llegan los pronósticos terribles y apresurados. – Es esquizofrénico. Y listo, te anularon como ser humano para siempre.
Hay un camino que es más difícil pero que da resultados, se trata de elaborar, de pensar, de analizar para llegar a la verdad. Es una elección individual, pero existe.
No hay ninguna pastilla que remplace la voluntad de ser.
Pero, desgraciadamente, el común de la gente suele confiar más en un químico que en los frutos que puede dar una conversación con alguien que nos guíe.
La pastilla es científica, la charla es sanata, parecen decirnos los laboratorios que tienen negocios brillantes gracias a las adicciones legales.
Le tengo fe, sin embargo, a Celeste Cid, ha sido lo suficientemente inteligente como para jugar con los extremos y encontrará, tarde o temprano, el camino de lo que no se dice.
Ojalá estas palabras sirvieran para guiarla y curarla.

(Nota de Opinión publicada hoy en "Infosuárez")

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