miércoles, enero 09, 2019

GRAND SPLENDID





En estos días en que se declaró a la librería Ateneo Grand Splendid "la más linda del mundo", en Twitter enseguida saltan los típicos porteños intelectuales putos que dicen que en realidad es la más fea y que no encontrás ningún libro como la gente y que patatín, patatán....típico de Twitter.
No sé si es la más linda del mundo o no, en todo caso es una librería hermosa y si, se consiguen grandes títulos, aunque para lo más específico hay que ir a las librerías especializadas y me encanta tomarme un café en donde era el escenario del cine teatro y leer de ojito cualquier libro que tomo de las estanterías y también decir que en el subsuelo se consiguen cds y dvds muy interesantes a precios muy interesantes.
Pero la anécdota que acabo de recordar a raíz de esta polémica, me remonta a 1993.
Pasaba yo caminando una tarde por el cine Grand Splendid, cuando me encuentro en la vereda con un personaje del cual no recuerdo su nombre, pero al que conocía de Coronel Suárez, porque había sido durante unos años el casero de la quinta de mi abuelo Miravent y también había tenido un bar muy copado en el pueblo, al cual íbamos con mis amigos a jugar al pool.
Me dice el personaje que ahora estaba trabajando en la impresionante estación de servicio que queda en Pampa y Libertador, que estaba a cargo de la parte del café y que la estación de servicio pertenecía al director de cine Luis Puenzo. Y justamente Puenzo acababa de estrenar su estruendosa adaptación de "La peste". Y la estaban dando en el Grand Splendid. Entonces me dice el personaje que tenía entradas gratis, que si la quería ver.
Acepté, obviamente y allí fuimos con el personaje y otras varias personas, empleadas de la estación de servicio.
No recuerdo si eramos los únicos en el cine o había un par más, lo cierto es que la película se hizo eterna e inentendible, pero resistí hasta el final por respeto y porque era de garrón.
Al final, nos levantamos todos y salimos a la vereda, absortos, perturbados, en silencio.
Nadie decía nada, hasta que el personaje, poniéndose la camiseta dijo: Que peliculón!!!
Me despedí de los muchachos, le mandé muchos saludos a Puenzo y salí caminando en dirección a la parada del 95.

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