martes, enero 06, 2015

MURAKAMI, EL FARSANTE



Cada tanto aparece algún escritor de culto, del que otros escritores hablan maravillas. Luego el grueso del público accede a el y se convierte en best seller internacional. Pasó en su momento con Paul Auster, por ejemplo, pero ¿quien se acuerda hoy del bueno de Paul? Es que después de la fase: éxito internacional, viene la de descrédito: se traicionó, se vendió, ya no es lo que solía ser...
Así suelen ser los ciclos que inventamos los snobs (a toda honra) para ensalzar y luego hundir a alguien. Pero digan lo que digan, a mi Auster me sigue gustando, me conmueve su melancolía, me hacen saltar las lágrimas libritos hasta menores de el, como el del perrito (Tombuctú).
Pero al que no le creo nada ni nunca le creí es a Haruki Murakami, también primero escritor de culto, luego best seller internacional.
Es un tipo con oficio, obviamente, que como muchos de nosotros se ve que leyó y amó toda la literatura norteamericana del Siglo XX y busca algo análogo desde su Japón natal.
Hasta ahí todo bien, el tipo tiene todos los ingredientes, los condimentos para lograr la epifanía, el satori. Pero no lo logra, la reacción química no se produce nunca, están todos los trucos pero falta la emoción. Si la literatura es un arte de hechiceros, el es un falso profeta. Curiosamente, diría que le falta fe, no tiene fe en lo que escribe, es un farsante. Si uno no cree en lo que escribe, no tiene fe en sus personajes y en su emoción, eso se transmite al que lee.
Al menos al que lee bien. Porque en realidad, a Murakami lo leen millones, así que el tipo se estará cagando de risa de todos nosotros. Pero los que tenemos el paladar delicado sabemos distinguir la emoción real de la impostada. Y en eso Murakami se parece mucho más a Paulo Coehlo que a Paul Auster.

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