viernes, enero 16, 2015

COCA

Ayer te moriste Coquita querida, sola, lejos de tus seres queridos, internada en un puto geriátrico y hoy no puedo con esta pena y esta verguenza.

Fuiste siempre la más amada de la amada Mar del Plata, la razón que nos hacía felices a todos cuando íbamos a tu casa en verano o invierno. Eras la tía solterona y solícita, que vivió al servicio de los demás. No merecías esos últimos años oscuros y solitarios. Dios sabe que no los merecías.
Hace pocos días estuvimos allá y nadie se animó a ir a visitarte, hasta pasamos por la puerta y no nos acordamos de vos. Porque nos partía el corazón verte así, destruida, sin poder ni hablar, pero claro, era seguramente cuando más nos necesitabas.
Fui tan feliz en mi infancia, en mi adolescencia, en mi juventud disfrutando de tu calidez, de tu eficiencia, de tu nobleza. Gracias por tanto, imposible enumerarlo todo, cada gesto, cada palabra.
Porque creo en la trascendencia, en la luz, aun en el vacío, se que vas a estar bien, con mis abuelos y toda tu gente querida.
Diste todo y moriste sola y olvidada.
Hasta eso nos perdonaste seguramente, pero tu ejemplo dejó huella en todos, te lo garantizo.

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