miércoles, agosto 10, 2011

UNA CUESTION DE FE



Vi en la misma tarde "Medianoche en París" de Woody Allen y "Super 8" de JJ Abrams. En realidad la de Allen no la terminé de ver, siempre me pasa cuando algo me saca que me voy indignado del cine. Con la película de Abrams me pasó lo contrario: me quedé hasta que terminaron los títulos, porque es hermosa y creativa hasta ahí.
Del viejo Woody que podemos decir: que ha dado grandes películas, hace mucho tiempo, y que ahora languidece en cierto qualité gagá que la crítica le perdona no sin cierta tristeza.
Con sólo 45 años, Abrams, es hace rato, la nueva maravilla de Hollywood. Creador de "Lost" y cineasta super pop, parece dispuesto a llevarse el mundo por delante. Y con argumentos más que sólidos.
Allen, a los 76, sigue haciendo sus peliculitas anuales, esta vez en plan franquicia: como que vende las bellezas de Europa, en catálogos cool, primero fue "Vicky Cristina Barcelona" y ahora esta. Páguenme la pelìcula y yo les promociono la ciudad. Y en realidad lo que ofusca de este film es la pretensión museológica, de meter toda la cultura posible con nombres y citas reconocibles para un público supuestamente culto. Todos escuchamos esas historias de París, todos sabemos de la boheme y bueno, esta película viene a ser como una enciclopedia para que la clase media y alta se sienta parte de la historia por un rato.Lo cual a priori no está mal, pero no tiene nada que con el arte, es un ejercicio bobo, pajero de autocomplacencia y publicidad institucional. Allen ya ha perdido toda fe en el cine y se dedica a esto, que no se entiende bien que es, pero que parece funcionar con el público.
Y es sorprendentemente Abrams, que parecía haber terminado de matar al cine con "Lost", (que aparece como algo nuevo, una superación de los formatos conocidos), que vuelve sobre ese cine de los 70 y los 80 que nos despertó al mundo, que nos hizo soñar (las películas de Spielberg, las aventuras de chicos intrépidos, la paranoia extraterrestre).
También,típico giro pop, "Super 8" parece sintetizar esos films y mejorarlos de una sola vez. Lo que antes era simplemente un arte menor, ahora se convierte en el canto de resurrecciòn del cine.
No tengo ganas de ponerme a analizar la belleza, la poesía visual de su cine, la contundencia de los diálogos y las actuaciones, la espectacularidad de los efectos, la ajustadísima solidez de un guión que abre mil historias y las cierra todas. Señalaré simplemente que esta película es un acto de amor, un acto de fe en el cine y si, también, porque no, en la vida. Y hacía rato que no se me caía un lagrimón viendo una película y tampoco me parece casual que Spielberg aparezca como productor, pasádole la antorcha del fuego sagrado al más joven.
JJ Abrams acaba de salvar al cine. Y no es poca cosa.

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