El viernes le hice una entrevista al sacerdote Juan Carlos Naviliat, el más lúcido y cultivado de todos los curas que han pasado por Suárez, a mi modesto entender.
Es muy polémico y discutible, pero hasta en sus defectos me cae simpático, tal vez porque se parece mucho a mi.
Como siempre, hizo gala de su erudición en temas culturales y artísticos, pero también se fue jugosamente por las ramas y me dejó dando vueltas algunas ideas.
Hay temas que hace rato tengo ganas de hablar con el sensei o de leer en algún buen libro y son sobre todo, ciertas confusiones en torno a la palabra amor, nada menos.
Juan Carlos dijo, citando a Cristo: olvidate de vos y amá. También recuerdo cierta frase de San Agustín: Ama y haz lo que quieras.
Uno de los temas que me confunden es esta equiparación de la palabra amor, tanto para hablar de un amor universal, amplio, a la vida y otro que habla de las relaciones de pareja.
Ese "amor" primero, en realidad en el Budismo te lo dividen en dos partes: la sabiduría y la compasion. Sabiduría porque uno entiende que todos somos todo y compasión para entender que todos sufren.
En esencia, Cristianismo y Budismo están diciendo lo mismo. Pero me parece importante las distinciones que marca el Budismo.
Después llegaron los 60, los hippies, y todo empezó a ser amor. Todo lo que necesitas es amor. Pero: ¿de que hablamos cuando hablamos de amor?
Y luego está el tema de las relaciones de pareja, el amor de a dos, el "romanticismo". Ahí veo una nociva influencia del Cristianismo en formar familias únicamente entre un hombre y una mujer y que tengan muchos hijos. Incluso en una época decían que el sexo sólo se justificaba para tener hijos. Esa entre tantas pelotudeces que sostuvieron, como que no hay que usar profiláctico, pero por suerte, cada vez las dicen menos.
El Budismo, para variar, te tira la posta: somos seres imperfectos, la ilusión de encontrar la media naranja, una pareja para toda la vida, es eso simplemente: una ilusión. Después de un par de años, se rompe el estado de enamoramiento irreal y se ve la verdad: que siempre uno manda y el otro obedece. Siempre uno entrega y el otro recibe.
Entonces, todo bien con el amor, conociendo sus límites, pero a la mierda con la institución familiar tradicional. Sin duda que hay que encontrarle una vuelta a las relaciones humanas en ese punto. Algo que tenga que ver más con la realidad actual, siempre cambiante, caprichosa, irresponsable.
Hace rato que le doy vueltas a estas ideas y todavía no he encontrado una respuesta muy clara, ni en la teoría, ni en la práctica.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 15 horas.
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