Estoy releyendo los cuentos completos de John Cheever, un grande, aunque tal vez no tan grande como quiere Rodrigo Fresán.
Sus climas ominosos y moralistas, de clase media media/alta en decadencia y su afición por el alcohol resonaron increíblemente certeros esta Navidad. Y me sentí solo y me di cuenta que comenzaba a extrañar mas a los que no están y que esta sensación recién comienza.
Disfruté con "El nadador" y "Un camión de mudanzas escarlata", con otros menos y con algunos queda la sensación de desidia, dejadez. La marca del autor cansado, que conoce de memoria a sus personajes y por eso se relaja.
He aquí el problema de los cuentos: si uno se relaja un segundo, el lector se fue a hacer otra cosa. Quizá allí se encuentre la ventaja estructural de la novela: en ella podemos tener altas y bajas, mesetas, pero en la suma, todo se potencia y uno valora al libro por su historia general.
En cambio el cuento es un solo disparo y tiene que salir mas que bien.
Me digo esto para alentarme, ahora que tengo la novela estallándome en la cabeza y que tiene fecha de inicio para su escritura: el 5 de enero.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 7 horas.
1 comentario:
acerca del cuento y la novela, escribí una nota breve en:
http://fastosinvisibles.blogspot.com
te invito a leerla.
suerte con la novela, empezá de una vez, tal vez te sirva el método Aira: una página por día, o dos o tres, de a poco se va escribiendo sola, digo yo que nunca empiezo.
abrazo
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