Hoy pasó una cosa harto extraña.
Grabé una conferencia de prensa y cuando me fuí, me olvidé de apagar el grabador, que fue registrando mi trayecto y las conversaciones que tenía con colegas.
Hace un rato, sorprendido, absorto, me puse a escuchar fascinado la grabación de mi propio voz, que no es la misma que registro, de los diálogos de hoy a la mañana, que no recordaba totalmente bien.
Me asomé al Real, o al Real del grabador. Conversaciones casuales, ruidos de ambiente, como si uno fuera parte de una película que se le escapa todo el tiempo.
Me sentí desconocido, actuando un papel poco natural.
Y entonces vi desde otra perspectiva el tema de siempre, de uno lanzado al mundo a interpretar distintos papeles, sin ser realmente alguien identificable.
Y caí en la cuenta de porque me caen tan simpáticas las actrices.
Resignados en este mundo a la no esencia, al no alma, a un juego constante de ilusiones que se superponen, cambiantes e imperfectas con el paso del tiempo.
Creo que esto responde indirectamente la pregunta que me hizo Chamorro en la última sesión, en el sentido de porque era mejor una chica que salía en la televisión a una que no salía.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 12 horas.
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