Por diversas y azarosas circunstancias leo por la noche dos libros completamente diferentes en todo.
Por un lado, la primera y prestigiosa novela de Manuel Puig:"La traición de Rita Hayworth" y por otro, un libro que pasó bastante desapercibido dentro de la obra de Paul Auster: "Tombuctú".
Las valoraciones del mundillo literario son muy claras: la novela de Puig está vista como un experimento delicioso con la lengua coloquial, centenares de páginas de diálogos de mujeres de pueblo. En fin: el sushi.
Auster es un escritor extraño, entre el éxito masivo y de crítica en algunos momentos y el hartazgo y desprecio de los buenos en otros momento. El filé.
Puig me fascina y a veces también me harta: para mí no es la idea de una noche divertida leer doscientas páginas de diálogos de mujeres. Como el sushi, ¿cuántas piezas te tenés que comer para que te llene? Y a la vez, es exquisito, pero no te llena.
Auster, con todos sus claroscuros y repeticiones, nos regala un libro pequeño, enternecedor (sobre todo para los que amamos los perros). Se corre por un rato del lugar de bestseller prestigioso y escribe un librito tierno, luminoso, que, confieso, me arrancó algunas lágrimas.
No se a esta altura si queda bien o queda mal decirlo, porque al final no se sabe que es cool o no, pero a la noche, cuando me acuesto, acudo instintivamente al libro de mi tocayo y postergo indefinidamente el de Manuel.
Y no tiene que ver con mi toque homofóbico o algo así, prefiero el genio de Puig más simplificado, en "Boquitas Pintadas" o "El Beso de la Mujer Araña".
Seguramente porque soy así, un grasita de pueblo, no como algún catedrático erudito.
Pero soy un lector hedonista. Elijo lo que me da placer y no lo que debe ser.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 1 día.
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