Mientras escribo esto, escucho el disco "El León" de Los Fabulosos Cadillacs.
Debe ser el mejor disco de ellos. Discazo.
Tira una energía hermosa y bailable.
La utopía política latinoamericana setentosa contada en 1992, a todo ritmo.
La música es, por lejos, el arte supremo.
No es de este mundo y no se puede ver, flota en el aire.
Yo hubiese sido músico pero no me dan los oídos.
En cambio me sale escribir bastante fácil y amo el cine.
Lo que detesto cada vez más son las artes plásticas y más aún el arte moderno.
Algo totalmente inocuo, carente de emoción y carnadura humana.
La historia del arte contemporáneo se acabó cuando Federico Peralta Ramos estafó a la Beca Guggenheim y se la gastó en joda, placeres y fiestas con sus amigos.
Y luego lo justificó como si fuese arte conceptual.
Eso es un colmo de genialidad e hijoputez bien argentina, por un lado desnuda la boludez que es todo ese sistema careta y por otro lado lo lleva a su máxima expresión.
Insuperable.
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