Diego Armando Maradona ha muerto hoy a los sesenta años de edad.
Sesenta años de edad que nosotros no podremos vivir ni en varias vidas.
Más allá de las estériles discusiones de si fue el más grande futbolista de la Historia o no, estuvo ahí, fue genial como futbolista pero fue mucho más que eso.
Fue el D1OS de los ateos y fue también el intenso creador de una vida alocada y de slogans inimitables.
Más allá de sus excesos, de sus deformidades lógicas para alguien que salió de allá abajo y llegó allá arriba, el va a ser siempre el gran capitán del seleccionado nacional y el mito de una vida vivida como si fuera una obra de arte.
Dejemos esta tristeza, este ahogo, estas lágrimas, para recordar tantos hermosos momentos que el Diego nos legó. Como cuando le hizo el gol más sucio y luego el más hermoso de la Historia a los ingleses.
Yo tenía apenas 13 o 14 años pero lo recuerdo como si fuera hoy: estábamos en la casa de mis abuelos Scipione, sentados alrededor de la mesa del living, junto al televisor. Y a medida que el Diego esquivaba ingleses, mi viejo se paró y empezó a gritar antes que fuera gol. Como olvidar ese gol que vale más que cualquier guerra por absurda que fuera.
Gracias Diego y puedo decir con emoción: he visto a Maradona.
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