Vi Silvia Prieto en su estreno, en 1999 y la volví a ver ayer en Encuentro.
Diría que necesito verla una tercera vez para tener una opinión clara.
Pero lo que veo en principio es una película de amor a Rosario Bléfari porque muchas de las cosas que le pasan a su personaje, el director Martín Rejtman las tomó de la vida de Rosario.
Por ejemplo, el ser moza en un bar o el contar numeralmente todo lo que hace y compra.
Y quién sabe cuantos guiños más me perdí.
Es una comedia de amor freak, que deja hablar y actuar libremente a sus protagonistas y donde se siente que son todos amigos de verdad, una cofradía.
A diferencia de cierto cine argentino adonde no pasa nada, acá pasa de todo pero en dosis mínimas.
Son pequeñas escenas que pasan como casuales pero salen de una ajustada puesta en escena.
Ese mundo mínimo en donde viven los personajes ya no existe más: ni Palermo Viejo ni los restoranes libres chinos lo cual parece un chiste más.
Con un elenco de lujo que alterna actores experimentados con jóvenes, es verdaderamente cine independiente, poco presupuesto y muchas ideas.
Me volvió a maravillar la escena del casamiento pero también la de la discoteca.
Y el final en donde aparecen las verdaderas Silvias Prieto tomando el te con Mirta Busnelli no se si es genial o ridículo. Absurdo seguro.
Rejtman nunca se anduvo con chiquitas ni quiso ser normal.
Y Rosario tampoco.
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