jueves, abril 30, 2015

PRECUELA

En 1991 me voy a vivir a Baires a estudiar Publicidad. Una tecnicatura pedorra que tenía la UCA en ese momento, hoy ya existe la Licenciatura. Eran dos años bien light que terminé en tres. Nunca fui a buscar el título por puro desdén y porque me gasté la plata destinada a tal fin en libros.
Pero lo cierto es que desde que llego a la gran ciudad me conecto con un tío lejano que me hace entrar a trabajar...de periodista...en fin...
Flasheaba en esos años con Juana Molina. Estaba fascinado por su programa cómico. Enamoradísimo.
Consigo hacerle una nota después de mucho remarla. Toda la onda con ella, pero no me animo a encararla. Y termino enrollado con su vestuarista. Ahí comienza una obsesión y un desvío. Flashear con la estrella pero arrugar a la hora de los bifes. Y termino parando un tiempo en el depto de Juana, cuando se lo presta a la vestuarista.
El depto estaba lleno de casettes vírgenes donde ella tarareaba y tocaba la guitarra. Yo los escuchaba intrigado y pensaba: ¿que onda esta mina con la música?
El tiempo la convertiría en una estrella alternativa de la música mundial.
Ahí comienza todo: 1992 viviendo en la casa de la actriz y cantautora, un verano eterno con las ventanas abiertas que daban a la calle Sinclair por donde se escuchaban los gritos y gemidos del telo de enfrente.
Algo así como la esquiva felicidad.

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