Nunca olvidaré al psiquiatra César Ríos (entre otro ejemplares) que me recibía en su consultorio de Belgrano con un té con masitas y me regalaba algunas muestras gratis de las muchas medicaciones que me recetaba (y también de viagra) y en lo mejor de la charla, se ponía en pose de sabiduría y exclamaba: -No sabemos nada-. El plan siempre fue mostrar la humildad de los grandes, pero con los años comprendí que efectivamente: no saben nada.
Todo es medicación y resignación. Nunca curan a nadie. Sacuden pastillas para aminorar el síntoma pero ni idea de que están tratando. En esa época (principios de 2000) me había diagnosticado como bipolar. También los psiquiatras, como no saben nada, suelen hablar de su vida privada y revelar que ellos también siempre estuvieron un poco locos. Esa estrategia o síntoma, de mostrarse como una persona común, siempre me provocó rechazo y el echo de pensar: ¿en manos de quién estoy?
A los psicoanalistas lacanianos se les puede criticar muchas cosas, pero intentan saber, intentan llegar a entender, no te estafan.
La mente es lo de menos, hay un alma ahí dolorida, eso no se cura con medicación.
Por eso la búsqueda alternativa: Osho, el Zen, Constelaciones, Astrología, Tarot y lo que pinte.
Si: la vida es un misterio y casi nadie sabe nada.
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