Hace 20 años o más estaba leyendo "Los Paraísos Artificiales" de Baudelaire y allí el tipo razonaba que la solución a la irrealidad del mundo era drogarse e inventarse un sueño más bello.
También me impresionó mucho la figura del divino Jim Morrison. Fue el que más lejos llegó en este sentido en el rock. El hablaba de llegar a lo interior destruyendo lo exterior. Y lo logró, vaya si lo logró. Vivió una vida de excesos y a los 27 murió y dejó un hermoso cadáver.
Hoy miro con ternura el reviente romántico de estos genios del arte. Existe otro camino.
Es despertar a la conciencia universal. Estar atento, alerta.
Esto se logra meditando. Este es el camino del Zen.
El camino que nos legó todo Oriente.
Entonces te das cuenta que la vida de los sentidos y excesos es otro tipo de sueño, que luego se transforma en pesadilla.
Una muerte heroica, mítica pero horrible. Y volver a empezar de cero.
Antes pensaba que meditar era como adormecerse y no sentir.
Todo lo contrario. Es estar más vivo que nunca.
Es despertar y aprender a respirar.
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