La verdad es que no vi antes La odisea de los giles, porque no esperaba mucho de la película.
Es que su director, Sebastián Borenzstein, tiene una filmografía muy despareja.
Una primer película masomeno (La suerte está echada) una segunda muy buena (Un cuento chino) y una tercera pretenciosa y delirante (Koblic).
Nada hacía esperar el enorme salto cualitativo que representa este film tanto en su guión como en la producción en general, lo que redondea una película casi perfecta.
Y también, sin querer queriendo, llega justo a tiempo para despedir al macrismo, un proceso político y económico muy similar al de los hechos de 2001 que narra la historia.
Chistes de la vida, paradojas maravillosas, brilla especialmente dentro de un elenco de lujo, que se saca chispas, Luis Brandoni, componiendo a un anarquista simpático, inolvidable. Muy lejos de lo que es Luis Brandoni como persona y político.
También destacar el enorme texto y guión de Eduardo Sacheri, un escritor al que yo subestimaba como popular en el peor sentido del término, es decir, que solo puede escribir de fútbol y policiales plagados de lugares comunes como El secreto de sus ojos.
Es más: me dió ganas de leer la novela que dio origen a esta película.
Perdedores pueblerinos encantadores, que deciden aliarse para hacer justicia por mano propia y recuperar lo que les corresponde.
Humor, inteligencia, destreza visual.
Uno sale reconfortado del cine pensando que este país es indestructible: su gen de locura, genialidad y anarquía es invencible.
Han tratado de quebrarnos mil veces y lo siguen intentando pero nunca lo logran.
Se entiende entonces porqué este film le gana en recaudación al de Tarantino.
Justicia poética.
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