jueves, marzo 30, 2017

EN BUSCA DEL PARAÍSO PERDIDO

En el Antiguo Testamento se cuenta la historia de Adán y Eva.
Muchas especulaciones se han hecho a lo largo de los siglos sobre porqué Dios los echó del Paraíso.
Siempre fue la parte de la Biblia que más me interesó.
Lo que se suele aceptar muy a la ligera, a nivel popular, es que la manzana prohibida que los tienta tiene que ver con el sexo. Pero no es así. O no es tan así.
Dios prohíbe explícitamente a Adán y Eva comer del árbol del conocimiento del bien y el mal, ellos desobedecen impulsados por la serpiente demoníaca que convence a Eva y esta a Adán. Luego Dios los expulsa del Paraíso.
El sentido que tiene esta parábola conecta perfectamente con la concepción del Zen, Osho y todo lo que viene de Oriente.
Cuando Dios crea a Adán y Eva los hace puros e inocentes, como niños, son una hoja en blanco, una tabla rasa. Es lo que el Zen llama el rostro original.
Cuando comen del árbol prohibido acceden a la mente racional, al ego, a la moral. Por eso se averguenzan de estar desnudos.
Así venimos todos al mundo: con una mirada cándida, divina de la vida. Luego la sociedad nos crea un ego, nos enseña lo que está bien y lo que está mal, nos llena de razonamientos, nos aleja de Dios.
Pero ese estado de pureza, de budeidad, ese estado sagrado, se puede recuperar.
Para eso meditamos y tratamos de salir de la mente racional.
Nos vaciamos.
Esto ni siquiera lo descubrí yo, claro, son ideas, conceptos que tienen miles de años, que han sido olvidados y que deben ser recordados, redescubiertos.

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