martes, agosto 16, 2011

CUMBRE DEL PENSAMIENTO


"Blanco Nocturno" de Ricardo Piglia es una de esas obras definitivas, contundentes, abrumadoras. Nació para ser el legado de un gran escritor que parece haber puesto toda la carne en el asador, en este libro que le llevó una vida escribir. Y bien acertada es la metáfora del asado, ya que, planteado astutamente como un policial negro, este libro es también una construcción fenomenal, precisa y aguda de la vida en los pueblos de sur bonaerense. Y hablo de esto, porque algo conozco el paño...
Y en ese retrato de una comunidad fantasmal, se juega también un retrato de la Argentina secreta, de sus héroes, sus villanos, sus inmensos logros y tragedias. Piglia conoce muy bien las reglas del policial, pero el pretende algo más, como lo pretendió toda la vida, salvo que esta es su obra cumbre. Aún en sus defectos, cierto exceso demencial de razón.
Digo, pretende que la novela no debe ser solo un entretenimiento, ni siquiera un fresco de época, sino también la plataforma para filosofar, para reflexionar sobre el mundo, la realidad y el poder de la ficción.
Y lo logra, más que nunca, sin duda, por eso también el tono abrumador de esta obra, su respiración agitada y feroz, como si estuviéramos leyendo algún clásico ruso o viendo "El ciudadano" por primera vez.
Muertos Saer, Fogwill y Sábato, Piglia ha quedado como el gran referente de nuestra literatura "seria" por llamarla de algún modo. Ensayista brillante, síntesis cultural de un país, donde supo aunar las características aparentemente irreconciliables de Borges y Arlt, hoy tal vez constituye un nuevo clásico frente a César Aira. La Razón Pura frente a al delirio, el género frente a la obra vanguardista.
Y, ejem, permiso, en algún lugar entre estos dos gigantes, vengo a terciar yo, que amo a los dos y me considero hijo de ambos, síntesis entre razón y delirio.
Pertenecer tiene sus privilegios.

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