Una secuencia de noticias que pasó bastante desapercibida en el fárrago de boludeces que los medios publican fue la referida a Paul Auster y su familia.
El gran autor de "La trilogía de Nueva York" y otros librazos tenía un hijo y un nieto bebé. El hijo adicto a la heroína. Un día el hijo de Paul estaba durmiendo con su hijito y al despertar el niño estaba muerto. Cuando le hacen la autopsia descubren que había muerto de sobredosis de heroína. ¿Su propio padre se la inyectó? Por Dios. Al poco tiempo este aparece muerto también de sobredosis de heroína. Horrendo, espantoso. Para colmo de males parece que este hijo no se llevaba con su padre Paul y lo acusaba de tener toda la culpa de sus desgracias.
Conclusión: Paul Auster está enfermo de cáncer.
Una secuencia demencial que parece extraída de una ficción austeriana.
Esos hechos casuales que se terminan revelando no tan casuales.
Como si Paul Auster estuviera viviendo una pesadilla que el mismo imaginó.
¿Qué pasa con los artistas, crean su destino, lo escriben y lo viven? Pienso en Cerati, pienso en Kerouac y esos finales aterradores.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea e inventa.
Puede que se cumpla.
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