Hay una partida de Bobby Fisher de 1956, cuando tenía solo 13 años, que se conoce como "La partida del Siglo". Allí juega con negras contra el maestro internacional Donald Byrne que lo boludea un poco haciendo jugadas dudosas y provoca que el niño le pinte la cara con entrega de dama incluida.
Pues bien: en estos días descubrí otra partida mejor. Siete años después, Bobby se enfrenta contra el hermano de Donald, el gran maestro Robert Byrne, otra vez con negras, y ejecuta una sinfonía táctica inentendible para nosotros los mediocres aficionados. Acá el otro Byrne se cuida bastante, hace jugadas más o menos lógicas pero igual se come una combinación sublime.
¿La mejor partida de todos los tiempos?
Bobby es como el Diego. Tal vez Kasparov sea más completo, tal vez Messi hizo más goles, pero hay una dimensión mítica de semi dioses que solo Bobby y el Diego comparten.
Los dos salieron de la nada y conquistaron un mundo hostil.
Y los dos se terminaron yendo al carajo, cada cual a su manera.
Se ha dicho mucho sobre la mente brillante y psicótica de Robert James Fisher que lo hacía donar su dinero a una fundación antisemita cuando el era judío. También cuando enfrentó a toda la Escuela Rusa y los vapuleó. "No entiendo las jugadas que hace " dijo Taimanov, aterrado.
Desapareció por décadas y luego volvió en Yugoslavia rompiendo el bloqueo yanqui y escupió una bandera de su propio país. Pidieron su captura internacional y pudo zafar volviendo a la Islandia que lo recordaba de su hora más gloriosa.
Murió triste y solitario, como un mendigo.
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