miércoles, junio 05, 2019

CONDOR ESTRELLA BY JOHN CARPENTER





Anoche en la Terminal de Omnibus de Retiro el panorama era de esas películas distópicas del maestro John Carpenter, tipo Fuga de LA o Fuga de Nueva York.
Un lugar sucio y abandonado, a mitad de camino entre la aristocrática Avenida del Libertador, la promocionada Autopista del Bajo y una Villa Miseria.
Como será el contubernio que hace más de 20 años que la Terminal está igual y ningún gobierno se puso los pantalones largos y echó al concesionario, que dicho sea de paso y, si no recuerdo mal, está preso por otra causa.
La procesión de mendigos pidiendo en patas, desarrapados, en cantidades ya desbordadas por la Macrisis, recordaba otra obra maestra de Carpenter: El Príncipe de las Tinieblas, cuando esa banda de mendigos zombies comienzan a avanzar sobre la iglesia.
Fui a sacar el pasaje a Plusmar, que en las doradas épocas del menemismo, todos decían que era de Duhalde, en la ventanilla me informaron que hoy no viajaban pero que viajaba el Condor La Estrella y que me podían vender los pasajes.
¿Son la misma empresa? Si pero no.
En aquellos dorados años del menemato, recuerdo que salían de 3 a 5 micros diarios a Coronel Suárez, hoy sale uno y no pueden llenar ni la mitad.
Claro, el pasaje cuesta el doble que el tren, aunque el tren no viaja todos los días.
Arriba del micro ya no te dan la viandita con comida y una botellita de agua mineral.
Los monitores encendidos durante todo el viaje pero no pasan ninguna película.
Lo dicho: Carpenter puro.
Y algo más: este verano mi madre tuvo la idea de mandarme una cajita con comida fresca y algunos billetes (cosa que está prohibida terminantemente) pero todos lo hacen y no pasa nada, decía madre.
Bueno, esta vez si pasó.
Pasó que la mandó por Plusmar pero vino por Condor Estrella.
Y cuando fui a buscarla, los muchachos de la empresa estaban de paro.
Estuve yendo varias veces por día, durante 3 o 4 días, con 40 grados a la sombra  implorándoles que me entregaran la cajita porque tenía comida y se iba a pudrir.
Se dieron cuenta los muchachos.
Abrieron la cajita, robaron los billetes y la volvieron a cerrar.
Al cuarto o quinto día, me entregaron la cajita con la comida podrida y sin los billetes.
Carpenter se quedó corto porque nunca conoció la Terminal de Retiro.

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