Siempre desconfié del teatro. Y aun más del teatro off Corrientes.
Me ponen muy mal esas catarsis colectivas que no llegan a ningún lado. Siento pánico de que algún intérprete cruce en cualquier momento la cuarta pared y se dirija justo a mí, tratando de hacerme entrar en su juego. Lo vi por primera vez en el 91 en una obra de Barea, Urdapilleta y Tortonese y con el tiempo se volvió un lugar común.
Como cinéfilo, creo más en ese mundo bigger than life de la pantalla, que en ver actores de carne y hueso enfrente mío. Y cuanto más cerca están, más nervioso me pongo.
Pero allí fui una vez más, esta vez a El Tinglado, una hermosa sala ubicada en Mario Bravo 948, en donde todos los jueves a las 20 se presenta la obra "La Lechuga" de César Sierra, dirigida por Martín Rechimuzzi y protagonizada, entre otros, por el suarense Pablo García Plandolit.
La obra no anda con vueltas: presenta crudamente el conflicto de un padre en estado vegetativo y los hijos que pelean por ver quien se lo queda, por ver que hacer con esa situación que se remonta ya a 4 años. El texto no da descanso y esa intensidad del dolor, contagia a los actores, que tienen una entrega extraordinaria. Creo que la obra se sostiene e impacta por ellos y por la inteligencia del director de dosificar golpes bajos y no excederse con los giros sorpresivos y multimedia, tan en boga en este tipo de teatro.
Hay de todo en esa familia disfuncional (como casi todas): el tachero alcohólico y su mujer algo tonta, el puto creativo e inteligente y la pareja de chetos que ofician de anfitriones.
Otra cosa que me parece fantástica es que la obra dura una hora, no se excede en excesivas vueltas de tuerca y termina como tiene que terminar, sin concesiones.
Me fui conmovido a dormir y luego la obra se metió en mis sueños, en mis propios conflictos familiares. En un paroxismo de cosas sin decir.
Vale la pena que se expongan a esta experiencia límite y vean que les pasa a ustedes.
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