Existe en el sudoeste bonaerense un crisol de razas que se ha ido mixturando aun mas con el tiempo.
Hay descendientes de españoles, italianos, franceses, ingleses y también alemanes. Además, hay varias colonias de alemanes del Volga. Que son un misterio dentro de otro misterio.
¿Qué son los alemanes del Volga? Cuenta una historia oficial medio confusa que eran alemanes muy pobres y que entonces la Reina Catalina de Rusia les dio asilo en sus tierras, pero luego cuando la Reina murió también abandonaron Rusia y cayeron en la Argentina. Algunas personas infieren que entonces son judíos, pero ellos se encargan de desmentirlo enfáticamente. Son católicos, hacen las iglesias mas grandes de la Provincia de Buenos Aires y veneran a la Virgen. Ok, entonces, ni alemanes, ni rusos, ni judíos.
¿Qué serían? Argentinos a secas, sea lo que sea que eso signifique.
En el pueblo se los conoce popularmente como "Rusos" y se les ha hecho fama de brutos. "Ruso cabeza de termo, ruso pata amarilla". El pueblo suele ser cruel. Y también confuso, porque en Capital siempre se les dijo rusos a los judíos.
Lo cierto es que lucen cual modelos publicitarios nazis: rubios y rubias, de ojos celestes, verdes, azules.
Así de fachero era el Ruso. Venía de una familia humilde pero tenía aspecto de príncipe.
Lo conocí escabiando algo (que raro) en lo de Coco, otro freak.
Los freaks del pueblo nos conocemos y nos juntamos rápido.
Somos los mal vistos, los que no encajamos.
Lo cierto es que el Ruso tenía una luminosidad particular y una verborragia que se encendía con los vicios. Consumía todo el tiempo mucho alcohol de todo tipo, fumaba tabaco y marihuana. Y quién sabe que más.
Pero decía que te seducía con sus relatos míticos de viajes por toda Sudamérica con lo puesto, haciendo dedo, tocando la guitarra y pasando la gorra. De eso vivía.
El ruso era músico. O algo así.
También era un místico a la bartola. Y un anarquista. Conspiranoico se llamaba a si mismo.
Componía canciones que sonaban todas parecidas con letras sobre el cambio climático, los agrotóxicos, la conspiración mundial de los reptilianos, las antenas de 5 G , los chemtrails etc, etc.
Pero era importante su sola presencia, si no hubiese existido habría que haberlo inventado.
Yo también lo admiraba porque siempre fui un nene bien, un nene de mamá, ni loco viajaría sin un mango, durmiendo en cualquier lado, donde pinte, sin tener para comer. Ni siquiera me gusta el camping. A mi siempre dame un buen hotel y una cama caliente.
Fui a varios cumpleaños del Ruso y siempre la pasaba bárbaro y conocía gente interesante, que nunca había visto ni por puta en el pueblo. Eso si, cuando se pasaba de rosca el Ruso era cargoso, denso y también se ponía agresivo. Como que se ponía para el cachetazo. Y me consta que varias veces ligó cachetazos y otras cosas.
Pero había algo en el que latía salvaje: la libertad.
No había terminado ni siquiera la primaria y cuando me contaba su vida era una mezcla de "Las aventuras de Tom Sawyer" y "En el camino".
Obvio que el no tenía ni idea de que eran esos libros, solo un trashumante amigo le había contado una vez que había visto la película "On the road" y le había gustado mucho, se había sentido identificado.
-Ruso, sos como Manu Chao-
.-Un careta- respondía.
-O como el Che Guevara-.
.-Un cheto-.
Nos juntábamos a tomar cerveza y vodka a morir. O lo que diera el bolsillo. Usualmente lo más accesible era tomar una pomelada, mezclando vino barato con jugo de pomelo también barato. Nos emborrachábamos hablando boludeces por horas, sin entender nada, pero esa energía del alcohólico, esa euforia nos unía.
Sus posiciones políticas eran por lo menos confusas: te defendía la Venezuela de Maduro y a la vez los bancaba a Trump y a Bolsonaro.
-Lula es una mentira, como Mujica y el peronismo acá- decía el Ruso y convidaba un porro que tal vez era hachís y que no paraba de fumar durante todo el día.
Había un estado en el que se sostenía que era medianamente lúcido, pero a veces llegaba a visitarlo a la tarde y estaba totalmente roto, insoportable, sacado. No entiendo si a escondidas fumaba paco o como le pasa a muchos alcohólicos en cierta etapa, ya tomando un poco se les sale la cadena y quedan totalmente tarados toda la noche.
El ruso una de esas noches: -¡Se me apagó el televisor! Casi no la cuento más-.
Otra noche alucinada trató de explicarme cual era su idea de la espiritualidad: decía que al revés de lo normal, ir de adentro para afuera, el se proponía llegar de afuera para dentro, destruyendo al cuerpo (la cáscara) para llegar a lo esencial. También explicaba su locura cargosa diciendo que tenía un alma de payaso que lo obligaba a arruinarlo todo en el mejor momento.
Tenía muchos amigos de todo tipo pero en la colonia artística del pueblo estaba mal visto, lo odiaban e incluso diría que lo envidiaban. El era imprevisible, los otros eran los artistas oficiales, domesticados, políticamente correctos. En eso también me sentía hermanado con el. A mi muchos me odiaban porque no entendían de que vivía y yo los justificaba un poco porque tampoco comprendía del todo porqué mi vieja me bancó siempre contra viento y marea.
Desde ya que cuando vino la pandemia el Ruso no se vacunó, era otra conspiración para ponernos microchips a todos y tenernos dominados pero a la vez, esa hipótesis chocaba con otras del Ruso como que los Rockefeller y los Rothschild son los que gobiernan el mundo desde siempre y a la vez ocultan que la Tierra es plana. -¿Es una sola conspiración o son varias superpuestas Ruso?- Lo provocaba yo pero el siempre estaba en otra dimensión y no contestaba, solo se tomaba toda la ginebra.
Una vez en que me tenía que tomar el tren para Buenos Aires, el Ruso me dijo: -Te acompaño a la estación- Está bien pero portate bien amigo-. -Si si todo bien-. Antes de llegar a la estación, tomamos unos tragos por ahí para calentar el garguero. Igual llegamos temprano al Ferrocarril. De repente, el Ruso vio un grupo de minitas y flacos que estaban escondidos detrás de los galpones.- Pará que ahora vengo- me dijo y encaró para donde estaba el grupete. Ni los conocía, pero enseguida se hizo amigo, estaban charlando y fumando un porro, el Ruso se prendió y no le importó que hubiera cámaras por todos lados (todo el puto pueblo está lleno de cámaras, nunca pasa nada pero la cana sabe todo, el pueblo entero es un panóptico gigante). Es más: empezó a sacar la chota y a mear delante de todos. Lo previsible: a los 5 minutos teníamos dos patrulleros y la policía rodeando el lugar. Por suerte el tren llegó y me fui sin saber el final de la historieta, pero no pasó a mayores, los canas no encontraron el porro y le perdonaron la vida al Ruso. Todos lo conocían, es más: varios polis eran pibes que salían de joda antes con el Ruso y luego no les quedó otra que ponerse a trabajar de policías. Pero lo apreciaban y en cierta forma lo admiraban.
El ruso estaba uno o dos años de gira por Sudamérica y cada tanto volvía al pueblo y nos reencontrábamos. Siempre traía los relatos de sus aventuras por Uruguay, Brasil, Perú, Chile, Bolivia, Colombia,y Venezuela.
Pasaron un par de años y otra vez yo me tomaba el tren para Baires. -Te acompaño y te presento un amigo porteño que está parando en casa-. Temblé pero no pude decir que no. El personaje era un estudiante de Sociología que se asumía troskista y que el Ruso había conocido en algún viaje. El flaco venía bajando y parando por toda la provincia de Buenos Aires. Tomamos unos vinos y luego salimos caminando para la estación. Los dos estaban algo escorados, obvio que habían tomado o fumado algo antes, pero todo parecía estar en orden. De repente y sin aviso, cuando pasamos frente a una rotisería vacía, el troskista se coló rápidamente por una puerta lateral. Por lo que supe después, tenía hambre y como era comunista asumió que podía comer sin pagar. El rotisero lo descubrió y no pensó lo mismo, es más, le puso tal piña que el pibe rompió la puerta de vidrio y cayó ensangrentado afuera. Otra vez sopa. A los 2 minutos estaban los patrulleros en la esquina, yo apuré el paso y llegué a la estación. El ruso intentó defender a su amigo pero solo pudo salvar su pellejo. Estaba todo filmado. El porteño se comió un par de días a la sombra. Nunca más le avisé al Ruso cuando iba a tomar el tren.
Al poco tiempo retomó la travesía y llegó hasta Colombia. Allí conoció a una chica de la alta sociedad de Bogotá que se enamoró de el y le pagó un viaje a Europa. Aterrizaron en Amsterdam y estuvieron unos días haciendo el típico paseo turístico de la zona roja. Ahí se pudrió todo, se acabó el amor y el Ruso partió hacia Londres con su guitarra y una plancha de LSD. Me contó que era pleno verano y hacía más de 40 grados todos los días y el no tenía más dinero. Tocaba donde podía, se bañaba en las fuentes públicas y para dormir se tomaba unos trenes que iban y venían a cada rato y eso le permitía descansar unas horas en los asientos. También me contó que lo que más lo había impresionado era que la estación de trenes en Londres estaba en el lugar más céntrico de la ciudad, como si el tren argentino en lugar de dejarte en Constitución te dejara en la esquina de Santa Fe y Callao. Como pudo volvió a la Argentina, siempre sonriente y parlanchín. Nos encontramos un par de veces donde me puso al tanto de todo y me informó que ahora si había decidido irse a vivir definitivamente a Perú. -Ahí siempre hace calor, odio el invierno seco de este pueblo y además hay mucho turista yanqui que me da dólares de propina.-
-¿Y hasta cuando vas a seguir así Ruso?, ya pasaste los 30- lo interrogué.
-Hasta que el cuerpo aguante, voy a vivir y morir en la mía- me respondió.
Al otro día se iba con un camionero que le hacía la gauchada de llevarlo hasta Jujuy, de ahí pasaba a Bolivia con destino final Perú.
Cuando nos despedimos con un abrazo me dijo: - No todos, no todos se olviden de mi!!!!-
La súplica del artista fue escuchada.