Anoche no me podía dormir y empecé a ordenar el despelote de mi mesita de luz.
Encontré entonces varios libros de Fabián Casas, editados por Eloísa Cartonera y los releí.
"Casa con diez pinos" es un cuento perfecto: dedicado a Fogwill, traza un retrato genial y burlón de Saer y aparecen tópicos de los literatos y la literatura muy graciosos.
También encuentra pequeñas epifanías, como el poema ese que habla de los pibes que ponen las monedas para que las pise el tren o el ensayo bonsai de la media hora de Elvis.
Tiene ese don: con poco hace mucho, menos es más.
Ahora, cuando quiere hablar de zen o de temas más sutiles, patina feo.
Es el típico porteño charlatán, vendehumo, que sabés que te está mintiendo, pero igual lo dejás seguir hablando, porque es encantador.
Fue estudiante de filosofía, editor de Olé y karateca consumado.
Tenemos algunos puntos en común, como las experiencias con la medicación psiquiátrica o la construcción de un universo personal que coquetea con el orientalismo.
Creó un imaginario sobre el barrio de Boedo y el club San Lorenzo y lo explota muy bien: convenció a Viggo Mortensen para que le editara libros de poesía y protagonizara una película demencial que el escribió.
Ahora consiguieron que el Carrefour se vaya y van a hacer el Gasómetro de nuevo.
Están medio psicóticos, pero me caen bien igual.
O tal vez por eso mismo.
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