La tierra donde se cumplen los sueños de libertad (a veces) es América (del Norte).
Murió a los 91 años Hugh Hefner, el creador de Playboy.
Un tipo común, venido de una familia muy estricta y protestante, casado virgen con una católica, trabajando de periodista en un empleo común.
Que un día, vaya uno a saber porqué, patea el tablero, deja el trabajo y a su esposa y crea Playboy, una revista porno en los años cincuenta, lo que no es moco de pavo en la puritana EEUU de aquellos años. Pero la intuición y la pulsión de Hugh sincronizó con una necesidad de la época y de la noche a la mañana, se hizo millonario.
A partir de ahí Hefner se dedicó a disfrutar de la vida y a resistir los embates de la Iglesia por derecha y del Feminismo por izquierda.
Fue un libertario, un libertino, un sibarita, un amoral, un degenerado, un bon vivant, un dandy que vendió lo que el practicaba y vivía.
No solo mujeres desnudas, sino también un estilo de vida hedonista, que incluía sexo, droga, rocanrol, jazz, literatura, cine y demás. Que también patentó ese típico modelo del millonario yanqui berreta y ostentoso, porqué no decirlo.
En su revista se hacía muy buen periodismo y escribieron tipos de la talla de Truman Capote y Jack Kerouac, entre otros.
Todo eso fue Playboy.
El bueno de Hugh también fue pionero en apoyar la legalización del aborto y las drogas.
Hizo todo bien, o todo mal, según quien lo vea.
En los ultimos años se dio la paradójica situación que la revista dejó de desvestir a las conejitas porque la competencia gratuita y salvaje de internet dejó anacrónicos los desnudos cuidados y sugerentes de Playboy.
Buen viaje, Hugh, nos vemos en el infierno, que sin duda, va a estar encantador.
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