Ricardo Piglia ya no puede leer ni escribir.
Una maldita enfermedad lo tiene confinado en su casa.
Mientras tanto, en estos meses estuve leyendo la primer parte de sus Diarios, maravillosos apuntes que tomó a lo largo de su vida.
Pero también su última novela "El camino de Ida" y además releí algunos de sus ensayos y cuentos.
Voy a extrañar sus maravillosas conferencias, que iluminaban zonas de la literatura y la vida toda.
También sus teorías epifánicas sobre el cuento. Y su prosa barrosa entre Borges, Arlt y Faulkner.
Es un maestro que enseña a escribir, pero sobre todo, a leer.
Nunca dejaré de leer y releer a Piglia.
Es un amigo con el que me hubiese gustado compartir algunos whiskys.No pudo ser.
Pero su tono entre campechano y erudito es inolvidable.
Es el Borges que cojió y fue feliz.
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