A Mariano Walter (pronúnciese balter) lo conozco desde hace como 30 años. Desde cuando existía el Círculo de Ajedrez Coronel Suárez. Si mal no recuerdo, le daba clases de ajedrez.
Después me fui y volví mil veces de Buenos Aires, lo dejé de ver por décadas, cada tanto lo cruzaba. A veces me saludaba simpático como siempre. Otras veces pasaba con cara de orto y ni me miraba.
Yo me decía: - que onda este chabón? Está loco? Cuantas personalidades tiene?
La intriga me duró como 25 años.
Hace poco nos volvimos a encontrar en un torneo de ajedrez en Darregueira.
Ahí me informó que se reunían a comer los jueves en su casa con amigos y me invitó a sumarme.
Fui, la primera vez estaba el solo y me dijo: -Ahora viene Maxi. Quién es Maxi?
-Mi hermano- respondió. Ah, tenía un hermano muy pero muy parecido.
Cuando apareció Maxi se aclaró el enigma y todos felices.
A partir de ahí, merced a la gran hospitalidad de Mariano y la paciencia de su señora esposa, nos reunimos todos los jueves en su casa y caen todo tipo de personajes, a algunos lo conocía, a otros los acabo de conocer. Gente de todas las edades, razas, clases sociales, ideologías y religiones.
Lo que nos une a todos es el espíritu gourmet, el disfrute de comidas y bebidas y de risa, muchas risas, nunca me reí tanto en mi vida.
Este hoy insólito en mi vida me encuentra en toda mi plenitud con nuevos y viejos amigos, haciendo biodanza, yendo a una psicológa de gestalt, siendo zen, haciendo running y viviendo como un sibarita. Un dandy del Siglo XXI.
Una mezcla contradictoria si se quiere, pero maravillosa, fruto de búsquedas de toda una vida que ahora se capitalizan y fluyen naturalmente, como por arte de magia.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 1 día.
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