La nueva película del dúo Cohn- Duprat debe ser la mejor que hicieron.
No es una obra maestra por poco, por excesos de letra y cierto abuso de lo patológico, del trazo grueso para pintar el absurdo del mundo: sea el de un pueblito o del arte mismo.
Por lo demás, los tipos tienen un timing único para reírse tanto del excesivo refinamiento del artista como de la excesiva brutalidad de los pueblerinos.
Nadie filma esas historias como ellos, tienen un toque de autor genial, que se ve sobre todo en este film pero está presente en toda su filmografía.
Insisto en que esta película no es perfecta porque le sobran 15 o 20 minutos.
Sino, estaríamos hablando de una obra cumbre.
Los muchachos se suelen pasar de rosca y eso conspira contra el resultado final.
Pero es un film pletóricos de ideas e imágenes geniales y coronada por grandes actuaciones, no solo de Oscar Martinez, sino también de Dady Brieva y varios secundarios.
Todos los que salimos de un pueblo conocemos sus luces y sombras y a veces también nos excedemos con el resentimiento. Es difícil ser crítico y más difícil ser autocrítico.
Pero esta película hay que verla para gozarla y también para sufrirla.
Como todo lo que es verdadero.
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