lunes, febrero 29, 2016

MAS ACÁ DEL BIEN Y DEL MAL

De la tradición judeo-cristiana lo que más me interesó siempre fue la historia de Adán y Eva. 

Resbalé mucho en esa poderosa parábola durante años, interpretándola de las maneras más bizarras. La más común interpretación (bien católica, por otro lado) hace referencia al sexo, que cuando Eva incita a Adán a probar la manzana prohibida es que lo tienta a garchar y por eso Dios los echa del Paraíso.
Boludeces.
Releyendo la maravillosa "Trilogía de Nueva York" del amigo Paul Auster, el tema aparece epifánicamente en el primer libro: "Ciudad de Cristal".
Y de repente, se me aclaró el panorama: Adán y Eva vivían en el Paraíso, es decir en la inocencia, la pureza absoluta, la tentación del diablo disfrazado de serpiente es hacerlos probar del árbol del conocimiento, de la ciencia, del bien y del mal.
Adán no quiere pero Eva insiste hasta que lo convence. Ahí prueban y pierden la inocencia y se averguenzan de estar desnudos. Cobran conciencia de lo que está bien y lo que está mal.
Hermosa parábola sobre la pérdida de la inocencia, ese estado que Nietzche llamaría "Más allá del bien y del mal".
Nada nuevo por otra parte, aparece siempre en el Zen, la superación de las dualidades: no hay bien y mal, son dos caras de la misma moneda. La respuesta es sí y no.
Debemos recuperar la inocencia perdida, volver al Paraíso. 
Pero acá y ahora, en nuestra mente y en este mundo.

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