Estaba releyendo uno de mis libros favoritos: "Música para camaleones", de Truman Capote.
Y más específicamente el cuento/crónica/entrevista llamado "Luego, todo sucedió".
Capote reproduce una charla que tuvo en la cárcel con Robert Beausoleil, uno de los asesinos del Clan Manson.
Allí el periodista/escritor/cronista pinta magistralmente al psicópata con esa genialidad y maldad tan particularmente suya.
Truman Capote, un puto brillante y retorcido, medio que se fascinaba y enamoraba de estos personajes oscuros. Son bien conocidos los entretelones en cuanto a su obra más conocida: "A sangre fría".
En este texto breve, también lo despedaza fascinado a Beausoleil, una especie de taxi boy atractivo y desquiciado, con delirio místico.
El asesino expone muy a la bartola, una especie de espiritualidad que dice que todo está bien, todo fluye, todo es correcto.
Me llamó poderosamente la atención esto, porque tanto el Zen como el Tantra insisten en esto: el diablo, el mal absoluto no existe. No hay que juzgar, hay que perdonar todo. La oscuridad es el complemento de la luz. Todo fue creado por Dios.
Claro que esta es la máxima enseñanza espiritual, fruto de las más elevadas conciencias.
No para cualquiera.
Pero se ve que estos personajes desquiciados tenían alguna clase de información de este tipo y lo interpretaban de una forma muy particular.
Ese fabuloso caldo de cultivo de locura, asesinatos,sexo, drogas, rocanrol y misticismo de California a fines de los 60, principios de los 70 es el que aparece en la nueva película de Quentin Tarantino, "Once upon a time in Hollywood".
Dicen los que la vieron en Cannes que es una obra maestra.
La espero ansiosamente.
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