Hay una idea genial en mucho cine de cine ficción que no tengo idea de quién inventó y parte de que en un futuro (cada vez más cercano) las máquinas van a manejar todo y adquiriendo una inteligencia superior, se nos van a rebelar y nos van a esclavizar.
Esa idea se corresponde perfectamente con las enseñanzas que vienen de Oriente desde hace como 5000 años.
Allí descubrieron que hay algo llamado mente o ego, que no es exactamente el cerebro, sino un todo que implica la máscara que crea la educación, la sociedad, la religión.
Esa mente o ego se apodera de un ser divino, de un ser de luz como es el humano y toma el control de su vida.
He alllí el gran problema de la vida, de cualquier vida.
El lado divino, espiritual del hombre tiene que volver a tomar el control para que todo llegue a buen puerto.
Allí es donde entra la meditación (porque la lucha interna no es una guerra, es más bien un desaprender).
Matrix retoma hábilmente este conflicto y lo convierte en una elegante y a la vez vertiginosa película de ciencia ficción, espléndida en su simbología pero también en los efectos visuales.
Claro, pero esto es Hollywood: allí siempre tiene que haber una guerra, una lucha entre buenos y malos.
Pero en en este film casi no hay "malos" y casi nadie muere "de verdad", porque es todo una ilusión.
Como siempre, hay un elegido, un iluminado, alguien que despierta tal cual la profecía de la pitonisa.
Y cuando el elegido finalmente ve la matrix, se hace inmortal no solo en el mundo ficticio, sino también en el real. Y es invencible.
Ese es un momento glorioso, epifánico, del cine de cualquier época.
No existe la muerte para el que despierta.
Luego, por el éxito de este film, decidieron hacer dos continuaciones.
Claro, dijimos: esto es Hollywood.
Pero la Matrix original sigue siendo una anomalía hermosa en la matriz de Hollywood y del mundo tal cual lo conocemos.
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