El sábado pasado hicimos una entrada en calor de las meditaciones activas de Osho, que duró más de 3 horas. Terminamos bien arriba, casi una rave, bailando 40 minutos de un furioso drum and bass, un post Osho de hecho, una meditación creada después de su partida, por uno de sus discípulos.
Para mí, que siempre veneré el Zen y que traté infructuosamente de meditar con él, sufrí mucho física y mentalmente el hecho de tratar de hacer la posición de loto. No soy flaquito ni tengo mucha flexibilidad y lo único que conseguía era que me doliera todo y que la mente se disparara en lugar de pararse.
Con los años, leí que Osho justamente advertía esto: que si uno simplemente podía sentarse y meditar era perfecto, pero que el se daba cuenta ya en el Siglo XX que la mayoría de las personas no podían sentarse y relajar y todo lo contrario, la meditación enseñada por Buda podía volvernos locos fácilmente.
Por eso Osho inventa en los años setenta las meditaciones activas: meditaciones con música electrónica, con baile, con catarsis, para expulsar toda la basura física y psíquica que cargamos, para finalmente relajar.
Hoy salió el sol y vino la Pitonisa, que me leyó el Tarot y vió a través mío.
Y me ratificó el camino: la energía solar, cálida, la esencia. Salir de la mente, de la Matrix, para llegar a lo verdadero.
El fin de semana voy a estar internado de 9 a 18 en un intensivo de meditaciones de Osho, cursando la formación como docente.
Una excusa más para profundizar ese camino que abandona el ego, la mente, para ir al corazón y de ahí al ser, la esencia que brilla en nosotros cálidamente.
El Dios Sol.
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