Hace unos días, comenzó a circular en Facebook un video que no conocía de Charly García, cantando Seminare bajo la lluvia en el Quilmes Rock de 2004.
La escena es sublime. Es rock.
Charly estaba en su etapa de más reviente, totalmente pasado de merca, casi desnudo cantando bastante bien y saltando mientras dirige a un coro espontáneo y el va de acá para allá tocando algunas partes.
Digo es rock, como sinónimo de una experiencia que va más allá de la música, que involucra una ceremonia pagana, chamánica, colectiva, donde todos conectan al unísono y bailan y cantan festejando la lluvia, la vida, la existencia.
García tiene esas cosas. Siempre las tuvo.
Tal vez para muchos (me incluyo) esa fue su peor etapa, la más punk, la menos lucida, la etapa say no more que culminó con Charly internado y haciendo un giro de 180 grados.
Podemos agradecerle a Palito Ortega que le salvó la vida o putearlo porque destruyó al ícono del sexo, drogas y rocanrol.
Como sea, García es un personaje tan camaleónico, que parece haber sido varias personas en una sola vida. Los mayores seguramente prefieren al inicial, virtuoso, sinfónico de Sui Generis, Seru, La Máquina de hacer pájaros, etc.
Era el adolescente prodigio, profesor de piano, con oído absoluto y formación clásica, que pelaba alta música y pretendía que el rock fuera otra cosa, una música elaboradísima, erudita, no para cualquiera.
Mi García favorito es el que comienza en 1982 y termina en 1992, el Charly solista, que simplificó su música, se subió a la new wave y también simplificó sus letras, dejando de lado cierta poesía pretenciosa y tendiente a la alegoría, para comenzar a conectar directamente con nuestro inconsciente colectivo, reflejando nuestras emociones en canciones de 3 minutos inolvidables.
Esa década lo vimos editar una obra maestra detrás de otra y ser el espejo de nuestros sueños y de nuestros pesares.
En estos días, de este Charly envejecido y previsible, todos festejaron como agotó un Coliseo en un par de horas, pero nadie recordó que ya lo había hecho en 1992 sin tanta alharaca. Me acuerdo que yo vivía a la vuelta del Coliseo en esos días, sobre Santa Fe casi Cerrito y compré como todos los viernes el Clarín donde venía el Suplemento Sí. Grande fue mi sorpresa cuando en la agenda del fin de semana figuraba que Charly tocaba esa noche en el Coliseo. Solo eso, sin publicidad ni nada más. Pensé que era un error, o un chiste. Me di la vuelta de manzana caminando y ya había una cola importante de gente tan sorprendida como yo, comprando entradas.
Ese recital fue inolvidable de punta a punta, con un Charly picante y feliz, que puteaba a los publicistas y se reía de que había llenado un teatro en horas, sin ninguna publicidad oficial.
Tocó temas de todas sus épocas y del inolvidable "Filosofía Barata y Zapatos de Goma", que para mí es su ultima obra maestra en serio.
Lo que vino después fue empezar a pudrirla deliberadamente y a muchos les gusta, hay gente para todo.
Pero con Charly nunca se sabe, incluso su ultimo disco no estuvo nada mal, en cualquier momento puede pegar otro salto mortal desde un noveno piso y cambiar la música de un saque.
Porque García es así: un genio, una leyenda, un tipo que hace cosas imposibles.
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