Estando en Coronel Suárez me entero por una amiga, mi Buda escondida, que existe algo que se llama Biodanza.
Voy, pruebo con un par de sesiones, y me encanta.
Inventada por un psicólogo y antropólogo chileno, Rolando Toro, hace unos 60 años, la Biodanza es contemporánea en tiempo y estilo con las meditaciones activas de Osho.
Mucha catarsis, mucho baile.
Osho explicaba, ya en los años setenta, con su habitual sentido común y creatividad, que la meditación sentado que iluminó a Buda hace 2500 años, probablemente no funcione hoy (no para todos).
Porque estamos mucho más alienados que en esa época, más desequilibrados. Por eso revoluciona la meditación, inventa la catarsis, la meditación activa para liberarnos de tanta locura contenida.
También dice, siempre polémico, que el yoga y los mantras hoy ya no sirven.
Bah, eso lo decía en los setenta, imaginate ahora con las redes sociales y los smartphones, cuanto más salidos de eje estamos.
Por eso es necesario reinventar la forma de abandonar la mente y conectar con el corazón, el cuerpo, el ser.
Parece que al chileno Toro se le ocurrió algo muy parecido para la misma época.
Siempre me encantó bailar.
Y eso es Biodanza, bailar para desaparecer, hasta ser el baile mismo, diría Osho.
Pero a diferencia de las meditaciones de Osho, la Biodanza conecta mucho con el otro.
Mirarse, abrazarse, sentirse. Es el toque latino.
Una manera de alcanzar la iluminación a lo sudamericano.
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